Nuestro insólito Porfirio | Por: Earle Herrera

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Porfirio Torres es un montonón de afectos y una nostalgia, larga como la historia de la radio en Venezuela. Tal vez sea el último exponente de una estirpe de locutores que más allá de su voz y dicción, vivían estudiando y aprendiendo, en un permanente y afanoso proceso formativo. Era el anciano que en torno al fuego les contaba el cosmos y el pasado y el futuro a todos los habitantes de la antiquísima aldea. Y era el cuentacuentos de las calles y los parques y semáforos de hoy. Era también el narrador de las dramáticas y primorosas radionovelas y el locutor de los sobrios editoriales radiales con sus verdades definitivas. Su partida física, aunque anunciada por su edad y su salud, se nos viene como un golpe insólito.

Me trajiste, Porfirio, con tu ausencia, los días de radio; no los de Woody Allen, sino los de aquella Venezuela que nos llegaba por los oídos, traída y llevada por las ondas hertzianas. Recordé la última crónica de José Ignacio Cabrujas, donde en carta póstuma, le reclama a Padrón Panza, para entonces propietario de los Tiburones de La Guaira, los tumbos del equipo y le confesaba que la suya fue una Venezuela radiofónica. Así picha:

“A mí, este país me lo enseñaron por radio. Chico (Carrasquel) fue en el estadio de los White Sox, como la muerte del general Gómez, como el 18 de octubre del general Medina, como la caída de Rómulo Gallegos, como el asesinato de Delgado Chalbaud, como el golpe cívico-militar que derribó a Pérez Jiménez: cosas que se sintonizaron y nunca se vieron”.

Aunque menor que Cabrujas, la Venezuela de mi adolescencia también fue radial: la televisión llegó tarde a los pueblos interioranos y con unas grandes antenas en las que se invertía mucho tiempo dándole vueltas para captar y capturar el audio e imagen. Cuando se lograba la sincronía, había terminado la radionovela o a nuestro boxeador yacía noqueado. De modo que seguíamos siendo un país radiofónico, con su hípica Bola Continental, su “periódico impreso en la radio” (Notirumbos) y, algunos años después, con Nuestro insólito universo. Y no recojan las cédulas porque el género crónica es eso: un constante dejar caer la cédula para luego amorosamente recogerla. Es lo que hacemos para honrar a un grande de la radio: Porfirio Torres, verbo, voz y gracia.

EARLE HERRERA

Periodista

Fuente: ÚN.


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