Nuestro derecho a la rumba | Por: César Trómpiz

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En Venezuela, la palabra «rumba» trasciende su significado literal para convertirse en un símbolo de la identidad cultural y social del venezolano. Quien no pasa por la vida rumbeando no está en sintonía con la esencia de la nación venezolana. Más que una simple fiesta o reunión, la rumba es una manifestación de alegría, conexión humana y celebración de la vida, y hasta cierto punto, constituye una parte importante del propósito individual y familiar de realización en Venezuela.

Este concepto, arraigado en la cultura festiva y caribeña del país, es en parte reconocido en el derecho constitucional bolivariano en el artículo 111 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que garantiza la recreación como una actividad esencial para la calidad de vida.

El derecho a rumbear: presente en Venezuela, ausente en la migración

El derecho a rumbear, del que ha hablado el presidente Nicolás Maduro Moros, se siente más en su ausencia que en su presencia. Para quienes viven en Venezuela, es cotidiano tener alguna actividad de rumba a la semana, o al menos una al mes, ya sea entre la familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo o incluso nuevos conocidos. Sin embargo, para quienes han migrado, la realidad es otra. La rumba no es una actividad promovida para todos en la cultura del capital; por el contrario, está restringida según la capacidad de acceso a bienes, servicios, lugares y recursos económicos. Al tener una carga laboral propia de un migrante (hasta cuatro trabajos al día), la posibilidad de entablar una rumba tiende a cero entre los venezolanos en el exterior (aunque sea también una de sus expresiones de resistencia a la sobreexplotación). Por ello, el presidente Nicolás Maduro habla del derecho a rumbear que tienen los venezolanos en Venezuela y de la restitución de este derecho a cada venezolano cuando regresa a su patria.

Yo pienso que el “Derecho a la Rumba” es un asunto muy serio. Quienes no lo toman como tema pierden la perspectiva de uno de los elementos que distinguen a la sociedad venezolana de otras. Es en el espacio de la rumba donde se dispersan buena parte de las diferencias sociales, donde se solucionan problemas y donde se drenan muchas de las penas que acompañan a las personas o a la sociedad entera.

¿Cómo hubiera sido el tránsito del bloqueo y la pérdida de más del 90% de los ingresos de los venezolanos y venezolanas sin haber tenido una rumba? ¿Cómo transitaríamos los peores momentos de nuestra economía familiar si no tuviéramos el espacio para rumbear? Las características de nuestra sociedad, nuestra cultura y nuestras formas no nos permiten vernos entre lamentaciones. Por ello, encaramos “al mal tiempo, buena cara” y rumbeamos el fin de semana. Por ello, el jueves es “juernes” y, cuando es viernes, “el cuerpo lo sabe”. La rumba, como necesidad social de los venezolanos, es un derecho adquirido por su práctica recurrente.

La rumba como derecho constitucional de proyección universal

Ya en la constituyente de 1999, la recreación, junto al deporte, fue reconocida como una actividad fundamental para mejorar la calidad de vida. Si entendemos la rumba como una forma de recreación, sabemos que nuestro pueblo no pierde su tiempo: mejora rumbeando su calidad de vida. Y esto no es descabellado decirlo, pensarlo o promover políticas y derechos ampliados en este sentido. Además, no está encerrado solo en la cultura venezolana, sino que es una verdad que debería ser aceptada por la humanidad y los diversos sistemas que la componen a lo largo y ancho del mundo.

La ciencia y las políticas públicas de la rumba

En el ámbito científico, hay largas e interesantes investigaciones al respecto, la mayoría realizadas en universidades del norte global, donde la práctica de las relaciones sociales ha sido sustituida por relaciones transaccionales, secas, competitivas y arbitrarias dentro del esquema de explotación del neoliberalismo. En un artículo publicado en la revista digital NIH se resalta que “los estudios mostraron que las personas que tienen lazos sociales más amplios y diversos tienden a vivir más. También tienden a tener mejor salud física y mental que las personas con menos relaciones (NIH, 2017)”. El fomento de relaciones sociales es una clave científica que puede orientar una vida más longeva, saludable, física y mentalmente.

El espacio de la rumba es una cuestión muy seria como para dejarla pasar como un comentario divertido o aislado del jefe del Estado. Las políticas que Venezuela desarrolla para el fomento de ferias regionales, conciertos públicos, construcción y recuperación de espacios públicos para el compartir de los ciudadanos y ciudadanas, parques, plazas y zonas de recreación de acceso libre para todos y todas, contribuyen de manera certera al desarrollo integral de la persona, la conexión social entre los habitantes de Venezuela y son una base esencial para el mejoramiento de la cotidianidad de quienes luchan todos los días por levantar al país contra el bloqueo económico que vivimos.

La rumba contribuye a la mayor suma de felicidad social

Visto desde la perspectiva de Bolívar, el hecho de enfocar la política del Estado hacia la construcción de la “mayor suma de felicidad posible” es un propósito legítimo del espíritu de nuestras leyes, nuestra sociedad, nuestra cultura y nuestro origen como nación cargada de la cultura originaria aborigen, árabe-hispánica y africana. La construcción de la mayor suma de felicidad posible comienza y termina en la capacidad que puede tener el pueblo para rumbear mientras desarrolla plenamente todas las dimensiones de su vida y enriquece esta con plenitud, tras la garantía de los derechos económicos, sociales y culturales previstos en el programa revolucionario de la Constitución y en el plan de las Siete Transformaciones hacia el 2031.

La rumba forma parte de nuestra resistencia

En definitiva, el derecho a la rumba no es solo una expresión cultural, sino también un derecho que refleja la esencia del pueblo venezolano. La rumba, como espacio de recreación, conexión social y celebración de la vida, es fundamental para el bienestar individual y colectivo de nuestra gente. En un mundo cada vez más individualista y transaccional, Venezuela reafirma su compromiso con la felicidad y la calidad de vida de su pueblo a través de políticas que fomentan la recreación y el disfrute colectivo. La rumba es, en última instancia, un acto de resistencia, un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, la alegría y la unión son posibles. Por ello, el derecho a rumbear no solo debe ser protegido, sino también celebrado como una parte esencial de nuestra identidad y nuestra lucha por una vida plena, digna y felizmente soberana.

 

 

César Trómpiz

PSUV.


 

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