No había dictadura | Por: Alberto Aranguibel

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La novedad de las artistas (ya no una, sino varias) anunciando por las redes sociales su complacencia con lo hermoso que han encontrado el país luego de años de autoexilio mayamero, conmocionó al escualidismo como ninguna otra novedad lo había hecho desde hace casi una década, cuando el fallecimiento del Comandante Chávez estremeció más que ninguna otra noticia en la historia reciente a chavistas y antichavistas por igual.

“¿Cómo que Venezuela está bonita?” les respondieron exactamente igual de coléricos que cuando hacían guarimbas al frente de sus propias casas para decirle al mundo que el régimen estaba acabando con su libertad.

“¿Es que acaso no han visto LOS MILLONES de muertos en las marchas?”, se atrevió a decir un escuálido desaforado por las mismas redes.

Así, poco a poco, fueron llegando “influencers” como arroz, a decir no solo lo mismo que las actrices, sino a poner en video lo que estaban encontrando, ya no en Canaima o en Los Roques, sino en los barrios más candelas de todo el país, hasta donde empezaron a meterse para comprobar de primera mano hasta dónde era verdad lo de la supuesta “crisis humanitaria” que esos mismos escuálidos coléricos le habían dicho insistentemente al mundo que había en Venezuela.

Ahora aparece nada más y nada menos que Ricardo Koesling, el más furibundo fascista de toda esa cáfila de trogloditas incendiarios que un día decidieron que en el país había que poner el gobierno que a ellos les diera la gana y nada más, rumiando su más grande arrechera porque todo lo que dicen las actrices y los influencers es no solo verdad, sino que se quedan cortos.

“¿Esa es la tiranía venezolana?” grita histérico como buscando desesperado que alguien del gobierno le responda que él también puede venirse sin problemas cuando quiera.

Y uno se pregunta… Si el presidente, el gobierno y el país, son los mismos de hace nueve años, cuando ellos se fueron, entonces ¿Qué pasó ahí?

La respuesta es muy simple; el asunto que es que nunca hubo dictadura alguna en Venezuela, sino una brutal guerra de desinformación y de distorsiones infames inventada por la pérfida mente del liderazgo opositor para engañar a su propia gente mientras buscaban hacerse con total impunidad de los activos de la República en el exterior.

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