Marchas desoladas, peleas internas y un discurso más apacible, ha sido el resultado de estas dos últimas semanas de agenda opositora, que cargada de tensiones, tras la instalación del espacio de dialogo en Noruega, con el gobierno de Nicolás Maduro, ha evidenciado la fragilidad de una estrategia impuesta, soportada en el bloqueo económico y las amenazas de intervención militar estadounidense, pero carente apoyo popular.
Por otro lado, la famosa frase impulsada por el gobierno de EE.UU (máximo tutor y financista de la operación libertad) “Todas las cartas están sobre la mesa”, para referirse a la situación de Venezuela, solo ha servido para ratificar lo que muchos ya saben, sobre el funcionamiento de las instituciones de ese país, donde cual juego de mesa, cada quien persigue estrategias y victorias individuales; razón que explica el tira y encoge del presidente Trump y sus asesores; que cada día hunde más la credibilidad de la derecha venezolana.
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La polémica es la estrategia preferida de los medios de derecha, cuando de llamar la atención se trata; razón que lleva a pensar, que el actual estancamiento de la oposición, podría ser la razón de la supuesta filtración de la entrevista realizada al presidente Nicolás Maduro, por el periodista Jorge Ramos de la cadena Univisión; entrevista que prometió ser lapidaria, pero que terminó mostrando la debilidad de la derecha, que se refugia en el ataque al no contar con argumentos, acción que una vez más, dejan en evidencia el rol de los grandes medios de comunicación, en el escenario de asedio político y económico contra Venezuela.
¿Cuál es el límite?
Venezuela es el caso más extraño de “dictadura” que existe; pues los grupos que desde el año 2002 han atentado contra la paz de este país, se les ha perdonado y dado oportunidad de retomar el camino democrático; y aunque ha habido avances significativos en la búsqueda de justicia, no se ha conseguido neutralizar las agresiones y presiones contra el pueblo, en esa búsqueda desenfrenada por la retoma del poder político. El hecho es que el tiempo corre en contra de quienes prometieron aniquilar el Chavismo y retan diariamente a la institucionalidad y al pueblo, que parece estar al límite y reclama su derecho a vivir en paz.