Mundo caos | Por: Alfredo Carquez Saavedra

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La humanidad, que no la vida, pues esta seguirá su curso, se ve amenazada por las consecuencias de la existencia de un modo de vida voraz, que acaba con el equilibrio de la naturaleza y que se expresa con gritos de alarma: el calentamiento global, la contaminación de las fuentes de agua, la deforestación, la extinción de especies, la disminución de las cosechas, el regreso de enfermedades que se creían vencidas.

El capitalismo en sus distintas variantes sigue haciendo de las suyas… Mientras el hambre, la desesperación, la oleadas de migración y la miseria crecen, también se hacen exponenciales los ingresos de los ejecutivos de las grandes corporaciones. Así como la pandemia de la covid-19 sirvió, por ejemplo, para llenar las arcas de las grandes farmacéuticas y empresas dueñas de las plataformas tecnológicas inventoras y administradoras de redes sociales y herramientas de reuniones multimedia, hoy día continúa en alza el negocio de la matanza de inocentes, financiada por las naciones civilizadas del Occidente del mundo. Recuérdese que tras el lucro de la guerra viene el pingüe beneficio de la reconstrucción.

Estados Unidos y Europa, con su conducta esquizofrénica, criminalizan la migración que ellos mismos cultivan al intervenir con sus bombas, drones, sanciones y soldados en naciones que, según su visión neocolonial, no tienen derecho a mandarse solas. Es decir, el ejercicio de la soberanía y la independencia está reservado para las metrópolis que hablan de paz haciendo la guerra (casos Libia, Siria, Irak, Yemen), que defienden el libre comercio, aplicando sanciones (casos Venezuela, Rusia, Cuba, China…) y que invocan la defensa de los derechos humanos, pero que voltean la mirada ante sus crímenes, y de aliados monstruosos como el nazigobierno de Israel.

Las bases que sostienen el imperio planetario con sede en Washington y franquicias en el Viejo Continente se desmoronan, poco a poco, con cada tala de árbol, con cada bala o misil, o sanciones lanzadas sobre pueblos en resistencia, con cada dólar emitido sin producción que le respalde, con cada migrante desesperado que arriesga su vida en busca de mejores horizontes. Pero no lo ven. Están ciegos de soberbia.

 

ALFREDO CARQUEZ SAAVEDRA

ÚN


 

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