Nos ofrecieron un mundo próspero y equitativo y nos regalaron un neoliberalismo atroz y una desigualdad galopante. Nos anunciaron el fin de la Historia y nos llenaron de armas nucleares por si hacía falta. Nos prometieron metas de desarrollo para el 2030 y nos han hecho retroceder a niveles de 10 años atrás en el número de hambrientos y desnutridos.
Nos hablaron de solidaridad para enfrentar pandemias y desafíos y nos han regalado un mundo de una minoría cada vez más rica y una inmensa mayoría cada vez más pobre. Empeñaron la palabra en reducir las emisiones y detener el avance de las temperaturas y nos han legado un año lleno de récords de calores y eventos catastróficos. Nos anunciaron la Era del Conocimiento y perviven cientos de millones de analfabetos en el planeta.
Así anda “patas arriba” el mundo en que hoy vivimos. Nunca antes hubo tan profundas y múltiples crisis como las que hoy enfrentamos: económica, energética, ambiental, social, geopolíticas. La Humanidad parece castrada de racionalidad y pletórica de despropósitos.
A ese camino nos han conducido el hegemonismo estadounidense y de sus aliados, la arquitectura financiera erigida en Bretton Woods hace ya 80 años y el Consenso de Washington.
Las mayorías no aguantan más, aunque no han logrado imponer la fuerza de sus necesidades.
La Habana acaba de reunir, el 15 y 16 de septiembre, a presidentes, primeros ministros, cancilleres, ministros y otros dignatarios de más de 100 naciones del mundo, los que vivimos en el Sur Global, en una Cumbre del Grupo de los 77 y China que, al conjuro de una ciencia e innovación para el desarrollo, sirvió para denunciar las disparidades, las exclusiones, las sanciones y para clamar por una nueva arquitectura financiera global, por el cese de las imposiciones del poder mundial, por el fin del órdago de la asfixiante deuda externa y sus infinitos intereses.
Se escucharon numerosos discursos valientes, profundos, sinceros. Lo duro de las circunstancias hace más realista y menos hipócrita la política.
Fue una Cumbre histórica. Desde el 2005 no se reunían al más alto nivel los representantes de una organización que representa entre sus miembros al 80 por ciento de la población mundial. Somos mayoría y somos más diversos, pero ello tiene que traducirse en una voz más sólida y respetada en el concierto internacional. Basta ya de que unos pocos países poderosos decidan los destinos de la Humanidad toda. Son tiempos para el multilateralismo y no para los hegemonismos.
Cuba, con su liderazgo ético y simbólico entre los pueblos del Sur, ha hecho una contribución importante en su presidencia pro témpore a ese propósito de unidad y fuerza de los que “ya no tienen nada que perder”, como diría el poeta.
Así se ha visto en estos días en Nueva York, en el plenario de la Asamblea General de Naciones Unidas, donde líderes de América Latina, África, Medio Oriente y Asia han llevado el mismo espíritu de denuncia y búsqueda de soluciones que se escuchó en la Cumbre de La Habana.
“La ausencia de avances no debe atribuirse a la ausencia de soluciones. Ahí están las acciones. Lo que se necesita, de manera imperiosa, es la voluntad política para que realmente “nadie quede atrás” y vencer una de las crisis más complejas que haya experimentado la humanidad en la historia moderna. ¡Ese sería nuestro mejor aporte al futuro común que necesitamos construir juntos!”, dijo el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel al hablar en nombre del G77 y China en uno de los varios espacios de debate que se han dado en esta álgida semana en la sede de la ONU.
Los tiempos que vivimos no admiten más dilaciones. Los peligros para el planeta y la humanidad no diferencian entre los ciudadanos del Norte y del Sur, ni entre ideologías y creencias. O buscamos soluciones globales, duraderas y equitativas o vamos camino directo al desastre. El mundo nuevo necesita ya nacer, antes de que el que va pereciendo (y tanto daño ha hecho) nos arrastre a todos al escenario peor. ¡Qué los ojos del sur, más limpios y menos egoístas, ayuden a abrir caminos de justicia y solidaridad entre todos los pueblos y naciones!
Como diría enérgico Fidel en la Cumbre de la Tierra (1992) “mañana será demasiado tarde”.
RANDY ALONSO FALCÓN