Podría entenderse que como Javier Mieli se está estrenando en una ocupación para él nueva, habría que ser entonces no tan rigurosos con sus reiterados papelones. Pero el caso luce imposible, de verdad muy cuesta arriba, porque este señor para nada ayuda.
Y no se trata de criticar el hecho de que mediante sesiones espiritistas encabezadas por su hermana, se comunique con el alma de sus perritos fallecidos para tomar decisiones estratégicas. El asunto va mucho más allá pues en su demencia verídica o fingida, en su exagerado histrionismo el tipo encarna una especie de caballo (loco) de Troya dispuesto a hacerle el trabajo sucio a quienes desde hace décadas apuntan por el desmantelamiento del Estado nacional.
La semana pasada Milei participó en el Foro Económico de Davos, una reunión de empresarios, presidentes, funcionarios de organismos multilaterales, todos representantes y defensores del capitalismo más rancio. Y en ese escenario el mandatario argentino acusó a los presentes de empujar al mundo hacia el borde de ese abismo sin fondo que en su imaginario representa el “colectivismo socialista”, el feminismo y el ambientalismo, la justicia social y hasta el pago de impuestos.
Su discurso fue calificado como una clase magistral por algunos de los miembros de su comitiva, como una muestra de “argumentos de la superioridad del libre mercado y el progreso individual”. Y aunque hubo pocos aplausos, el vocero oficial de Milei aseguró que las palabras de su jefe tuvieron “un resultado absolutamente sensacional.”
Aquí en nuestra patria hemos tenido y tenemos empresarios, políticos, y políticos-empresarios que piensan igualito a Milei. En los 80 y 90 el grupo liderado, entre otros por Marcel Granier, que pregonaba la necesidad de reducir al máximo “el tamaño del Estado omnipotente” luego tomó forma el aquel partido fugaz, Nueva Generación Democrática.
Hoy en día María Corina y el Conde del Guácharo coquetean con Milei sin rubor alguno.
La primera desde la mirada oligarca y el segundo como representante del sueño americano criollo. Sin embargo, y a pesar de sus orígenes distintos, ambos apuntan a la estrategia del sálvese quien pueda, al mínimo gasto público y a que los trabajadores sean quienes en definitiva paguen los platos rotos de un posible ajuste económico postbloqueo y sanciones, en el hipotético caso -Dios nos libre de todo mal- de que algunos de los dos llegara a ser gobierno.
ALFREDO CARQUEZ SAAVEDRA