Por: Carola Chávez
Allí están, como cada día, sacándose un selfie con una biblioteca de fondo, siempre una biblioteca atrás, siempre un libro abierto sobre la mesa, junto un latte doble mocca artesanal. La ceja arqueada, característica de quienes elaboran ideas tan complejas que solo ellos entienden, un poco más, un poco más, ¡clic!.
Lanzan al mar de las redes sociales, a modo de carnada, un selfie y un pensamiento profundo, crítico, indispensable, buscando pescar retuits y likes; aplausos virtuales de sus seguidores, amigos que en la vida real no existen. Pero qué importan los amigos y la vida real cuando lo importante es orientan a un rebaño bruto que se niega a entender y peor, que les lleva la contraria.
Lo importante es poner el dedo en la llaga, sí señor. Así, mientras el gobierno imperfecto de Nicolás Maduro libra una pelea épica contra el imperialismo más monstruoso, nuestros pensadores piensan quejas en voz alta porque el bono del carnet de la Patria no es la solución y no alcanza, aunque a ellos sí les alcanza, porque no lo necesitan, pero bueno, ellos hablen en nombre del pueblo que no sabe hablar. Cuando Colombia arma un falso positivo que buscando que germine en una guerra contra Venezuela, nuestros pensadores críticos solo pueden opinar sobre las entradas para un evento en el teatro Teresa Carreño o las manzanas rojas en el Excelsior Gama que están carísimas y eso de socialismo no tiene nada. Maduro, entiéndelo de una vez.
Hay mil problemas, todos lo sabemos, pero nosotros los brutos entendemos que el papá de todos los problemas, el más importante, el más apremiante, es la guerra que los gringos nos declararon con su acoso, con su bloqueo, con las bombas que sueñan derramar sobre nuestras noches tranquilas. Los imprescindibles iluminados ubican al enemigo en los residuos de la guerra que el verdadero enemigo nos impone: que si los huecos en la calle (y con Chávez eso no pasaba, parece), los hospitales (que jamás ha pisado) “que no tienen medicinas”; que si el internet va lento, que si la corrupción; que si el dólar -¡ay, el dólar!- porque todos son economistas, porque Marx se los explicó y ellos lo entendieron y entendieron que Maduro no entendió.
Entonces, elaborando desde una irrealidad ideal con mucho petróleo y sin vientos de guerra, publican selfies con soluciones infalibles para una economía perfecta, socialista. Un uno, dos, tres mágico que Maduro no quiere aplicar porque traicionó El Legado que Chávez tampoco aplicó.
No les hacen caso, se retiran… mejor no se retiran sino retiran su apoyo para que sientan el vacío que deja el vacío de intelectualidad. “Es más, yo nunca fui chavista sino marxista” -dicen para que no lo confundan con la chusma, chusma, chusma, ¡prfff!.
No son chavistas ni nos quieren, pero insisten en catequizarnos y -¡cónfiro, qué rabia!- los chavistas insistimos en la herejía maniobrar como mejor podemos, “cabeza fría y nervios de acero”, en esta realidad explosiva porque queremos evitar el sangrero, la tragedia, y por supuesto la derrota.
Insistimos en no cansarnos y como ellos se cansaron prefieren pensar, coincidiendo las doñas de El Cafetal, que más que perseverantes, los chavistas somos ignorantes o jalabolas, según sea el caso.
Insistimos en evitar una guerra, pero para los ilustrados el bocón es Pedro Carreño que disuade pelando los dientes, advirtiendo que iniciarse una confrontación nos defenderemos hasta con las uñas y llegaremos tan lejos como Bolívar llegó. A Carreño, fuchi, hay que dedicarle un tuit con tonito de superioridad burlona; a Trujillo Holmes, colombiano que cocina una invasión contra nuestro país, ni una letrica.
Y de toda esta impúdica exhibición enanismo mental uno va descubriendo que más que intelectualidad, más que pureza marxista, más que cualquier cosa, lo que hay es mucho miedo.
Es increíble que estos hobbits sabihondos ignoren que miedo tenemos todos. Lo que pasa es que algunos lo enfrentamos y asumimos nuestras tareas para vencerlo, mientras otros se escurren disfrazando su cobardía de indignación. Lo malo es que estos intelectuales de izquierda que levantan la hoz y el martillo para golpear al que planta cara al monstruo y se defiende como puede y no como dice el librito, con demasiada frecuencia terminan siendo instrumentos del imperialismo monstruoso ¡vágame Marx!. Lo bueno es que, a pesar de ellos, nosotros venceremos.
CAROLA CHÁVEZ
@tongorcho