¡Libertad para Guaidó! | Por: Roberto Hernández Montoya

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¿De qué tamaño son los delitos de Guaidó? Difícil cálculo porque la desmesura es tal que no hay modo de siquiera estimarla. Imposible por tanto calcular una pena proporcional. Por eso en Venezuela la pena máxima son 30 años y no se acumulan las sentencias como esa ridiculez de los Estados Unidos de condenar a alguien, por ejemplo, a tres cadenas perpetuas más 203 años, tres meses y nueve días.

30 años lucen indulgentes para la inmensidad de los delitos, que tienen escala de genocidio tanto más por cuanto los está cometiendo en medio de una pandemia de dimensiones bíblicas. Son actos que horrorizarían al Divino Marqués de Sade.

No necesito describir este ensañamiento a quien me lee en Venezuela. Pero a quien me lee fuera le doy un solo dato: Venezuela iba a usar parte del oro depositado en el Banco de Inglaterra para atender la pandemia.

Norman Mailer preguntó: “¿Para qué condenamos a muerte a quien mata? ¿Para demostrar que matar es malo?”. Victor Hugo dijo que la pena de muerte solo la podrían aplicar, si acaso, jueces infalibles. O sea.

Lo más sublime es que Guaidó proclama sus actos sin noción alguna de vergüenza. La burguesía clásica era repugnante por su hipocresía. Ahora practica el descaro y su modelo es Trump, míralo. Observa la mortandad apocalíptica que lleva por la pandemia, sin el menor rubor y pagándola con todo el mundo, sin asomo de rectificación. Su sobrina lo llama “el hombre más peligroso del mundo”. Agárrate porque es el titán de Guaidó.

Pero ¿es Guaidó el responsable? Sí, puesto que consiente que esas operaciones se perpetren en su nombre. Pero no es el que Aristóteles llamó el “primer motor inmóvil”. No es el poder central y originario de esta catástrofe a la que vamos sobreviviendo. Es un mero monigote. Eso no lo hace menos culpable sino más avieso porque es, encima del ridículo de servir de mascarón de proa, traidor a su cuna. Solo tiene agravantes y ningún atenuante.

Por eso creo que para ese ser hay que erigir una justicia otra. Estamos educados para pensar la justicia en términos penitenciarios, pero es que lo de este ser desborda esas escalas. Por eso propongo algo más rigoroso: condenarlo a libertad perpetua en medio de la abominación cósmica en que vivirá para siempre.

 

ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA

@rhm1947

Publicado en ÚN.


 

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