Las “tres C” de la propaganda de guerra | Por: Geraldina Colotti

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Si quisiéramos resumir los mecanismos de la “guerra cognitiva”, que pretende condicionar el cerebro mediante la manipulación de las emociones, podríamos hablar de las “tres C”: Convencer, Confundir, Cooptar, consolidar noticias falsas en la percepción común. Desde la “caza de brujas” contra las mujeres rebeldes de los siglos pasados, hasta la construcción del “enemigo interno” y la obsesión contra el comunismo en las diversas modulaciones producidas por el último siglo, el imperialismo ha refinado sus técnicas propagandísticas, apoyándose en el culto a lo efímero y en el “fin de la historia”, multiplicados por las redes sociales en el siglo actual.

Una vez impuestos los parámetros económicos (el dios-mercado capitalista), políticos (la insuperabilidad de la sociedad dividida en clases y la ausencia de alternativas), “filosóficos” (la imposición de algunas metafísicas para ocultar la realidad del choque de intereses, como la identificación entre comunismo y dictadura; o la categoría de “terrorismo”, con la que estigmatizar también el derecho de los pueblos a rebelarse), es fácil confundir lo bueno y lo malo invirtiendo símbolos, difundiendo engaños y teorías de conspiración que desafían el sentido común y la razón.

En los países de la vieja Europa, la estrategia de las “tres C” es muy exitosa. Esto se vio durante las guerras del tercer milenio, desde los Balcanes hasta Ruanda, desde Siria hasta Libia. Esto lo hemos visto y podemos verlo con la Venezuela Bolivariana, un verdadero laboratorio de trampas y engaños, en el que incluso quienes tendrían interés en defender sus valores terminan siendo víctimas de la propaganda, alimentando la farsa orquestada por los medios de guerra.

La primera pieza del engaño consiste en sembrar dudas asociando nombres, conceptos y datos relativos al “enemigo” (en este caso el odiado Maduro y su camarada de gobierno) con una connotación negativa. Y así, aunque puesto a prueba por 32 procesos electorales, el socialismo bolivariano nunca será una democracia, sino siempre un “régimen autoritario” o una “dictadura”. Cuando gana, se le llama fraude, como en el caso del 28 de julio. Y sus instituciones deben estar bajo el tutelaje imperialista.

Se “exigen” controles que jamás se nos ocurriría pedir a otros países, incluso cuando quien grita el fraude es un magnate de la talla de Trump, que entonces se sentirá “autorizado” a inspirar el asalto al Capitolio. Demoler la credibilidad de la democracia popular venezolana fue el primer paso para hacer aceptables los ataques y violaciones asimétricas en nombre del “eje del bien”; y luego negar, basándose en la misma dinámica, la existencia de estos ataques. Esto sucedió luego de los intentos de asesinato al presidente Maduro, los intentos de invasión mercenaria y golpe de Estado, y ahora en el caso de los ciberataques, aunque reivindicados por los gurús de las redes sociales, o por el grupo hacker Anonymus Venezuela.

En la sociedad de la imagen, en la que la desinformación pasa también por el espectáculo y el entretenimiento, es importante evitar que la llamada opinión pública internacional asocie a los líderes socialistas el concepto de la belleza, de la cultura, de un modelo a seguir, siendo la estética dominante una prerrogativa del “eje del bien”.

Y así, mientras los personajes sombríos, productos de la oligarquía, son fotografiados con la mejor luz, los hombres y mujeres chavistas siempre aparecerán como brutos vociferantes y toscos con una sonrisa feroz, que mienten para mantenerse en el poder. Que tienen experiencia, cultura y un alto perfil internacional es una realidad insoportable por la burguesía, se tiene que ocultarla, siendo estas prerrogativas del “eje del bien”: incluso cuando, como sucede en Italia, hacen alarde los gobernantes con cerebro de gallina y la cultura de un pollo (con el debido respeto a las aves de corral).

Y cuando la ministra venezolana de Ciencia y Tecnología, Gabriela Jiménez, bióloga y política de sólida cultura, denuncia la multiplicidad de ciberataques sufridos por más de 126 sitios institucionales, las pruebas que aduce no cuentan. Las estafas de los golpistas cuentan, avaladas -como la farsa del balbuceo “autoproclamado” – por las “indiscutibles” democracias europeas (aquellas en las que los ciudadanos votan, pero no deciden, porque los hilos de la bolsa los mueve los decisores de la UE).

Y así, por iniciativa de Italia y Francia, el Presidente de la República Francesa, el Canciller de la República Federal de Alemania, el Presidente del Consejo de Ministros de la República Italiana, el Primer Ministro de los Países Bajos, el Primer Ministro de La República de Polonia, el Primer Ministro de la República Portuguesa y el Presidente del Gobierno de España han adoptado una declaración conjunta para dictar las reglas de la democracia a Venezuela… según el modelo golpista.

La segunda pieza del engaño implica el ataque a las fortalezas que han permitido al socialismo bolivariano crecer y resistir a lo largo de 25 años: la movilización popular y la unión cívico-militar, que sigue el modelo del ejército popular construido por Ho Chi Minh y no el de Pinochet. Por eso, si bien los representantes de la oligarquía golpista no responden a los intereses del pueblo, sino a los de sus padrinos occidentales, el socialismo bolivariano y el bloque social que lo sustenta debe mostrarse como “un grupo de poder” que ha perdido apoyo y consenso, por lo que falsificó la votación. A la confusión también contribuyen aquellos doctrinarios que en el papel apoyan la “dictadura del proletariado”, pero en las urnas dan su voto a un ex golpista, y acusan a Maduro de ser… “antidemocrático” y demasiado moderado.

Y, mientras tanto, los medios internacionales, así como prepararon el terreno para el golpismo y sus denuncias de fraude, presentando a los pocos asistentes a los mítines de la oposición como multitudes, ahora califican de “gigantescas” las manifestaciones que tuvieron lugar en las ciudades europeas, lanzadas por la derecha venezolana y por los partidos que la apoyan en los países de la UE (incluida la centroizquierda – neoliberal – italiana).

En una orgía de símbolos distorsionados y de modestas concentraciones presentadas como manifestaciones “oceánicas”, se enmarcan pancartas que reflejan las declaraciones provenientes de Colombia o Brasil, pero se guarda silencio sobre otras posiciones adoptadas, como la de México, menos chantajeado por el peso de la Ue.

Que la derecha es fuerte hoy en Venezuela lo demuestra la cantidad de votos que recibió Edmundo González Urrutia (casi cuatro millones y medio), terminando segundo. Sin embargo, otra cuestión es dar por sentada la hegemonía de la extrema derecha en el país bolivariano.

Que la derecha sea fuerte en Europa es lamentablemente una dura realidad para los sectores populares, pero creer la historia de los medios de comunicación, según la cual el derrocamiento de Maduro estaría en la vanguardia de las preocupaciones de los ciudadanos europeos, es una gran mentira.

Pero ¿Cómo escapar al engaño si ni siquiera utilizando Wikipedia (financiada por la Fundación Wikimedia, una fundación estadounidense “sin fines de lucro”) no se publican los resultados oficiales del 28 de julio? Si intentas escribir “Elecciones presidenciales de Venezuela de 2024”, comenzarás a leer lo siguiente: “Las elecciones presidenciales en Venezuela se llevaron a cabo el domingo 28 de julio de 2024, con el fin de elegir al presidente para un mandato constitucional de seis años. Las polémicas elecciones, que no fueron ni libres ni justas, se produjeron en un contexto en el que el gobierno de Maduro controla todos los poderes del Estado y reprime a la oposición política. El gobierno de Venezuela es ampliamente considerado como un régimen autoritario”.

Convencer, Confundir, Cooptar, consolidando noticias falsas en la percepción común. Se tiene que dar la idea de que existe un amplio consenso sobre la posición del “eje del bien”, bipartidista por parte europea. Que más de la mitad del mundo haya expresado otra opinión, dando solidaridad antiimperialista a la democracia bolivariana, tiene poca importancia para los seguidores del neocolonialismo europeo.

“Haremos la guerra mediante el engaño” es el lema del Mossad, el servicio secreto israelí en el que la entidad sionista ha basado su poder y su impunidad, con la complicidad de Occidente. Pero así como la resistencia palestina ha rasgado el velo de las mentiras con su lucha, despertando conciencias juveniles en todo el mundo, las numerosas banderas que han ondeado en las plazas de Roma, Berlín, Madrid, París y otros países europeos en solidaridad con la revolución bolivariana tal vez traigan otro viento a favor del socialismo.

 

GERALDINA COLOTTI

Resumen latinoamericano.


 

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