Las ricas también lloran | Por: Roberto Hernández Montoya

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Las ricas también lloran | Por: Roberto Hernández Montoya

¿Cómo terminan las princesas Disney? De manera atroz. Nada tan duro y resistente como un icono popular. No las creó Disney, experto en plagios, pero sí tuvo la musculatura empresarial para instalarlas en nuestro imaginario como mitos. Todas bellas y frágiles hasta que comenzaron a emanciparse en estos últimos años.

Hay tres personajes anglosajonas que alcanzaron el status de princesas Disney: Marilyn Monroe, Jacqueline Bouvier Kennedy Onassis y Diana Spencer. Por eso es que las matan.

Resumo:

Jackie se volvió la Viuda de América. Eso la congeló ante el mundo: solo podía ser el eidos de la Viuda Eterna, la Bella Durmiente, sin derecho a nada más. Ese era su único rol viable, cualquier otra iniciativa de mujer real era un sacrilegio de su rol sagrado. Era prisionera de su propio icono. Pero se casó con la antípoda de su Príncipe Disney congelado en su muerte mítica. No me importan los hechos reales sino los míticos. Jackie no tenía derecho a volverse a casar y mucho menos con un personaje grotesco, un aventurero brutal y bárbaro. No era bello ni bien nacido como el bramán John. Su dinero era vulgar, brutal, oscuro, grotesco. No digo más.

El otro icono sin derecho a nada más era Marilyn. Sobre todo después de jadearle el “happy birthday, Mr. President” al mítico Príncipe Disney, con aquel traje untado a su cuerpo mítico de Estrella de Hollywood Perfecta. No sé si la mataron como dicen los chismes. Lo importante es que se volvió inviable como mito. Tal vez jugó con las dosis. No sabemos. Solo sabemos que la hallaron muerta. Vive rápido, muere joven y deja un bello cadáver. Como el de Lady Di.

¿Cómo sabemos si la mataron o de verdad verdaíta murió en un trágico accidente? Jugó peligrosamente con esa máquina de mitos que es la Casa Real Británica, que acabamos de ver forjar un nuevo rey mitológico en una aparatosa operación teatral de coronación. Lady Di se hizo inviable como princesa y murió trágicamente a metros de la mítica Torre Eiffel. Era novia de un millonario musulmán y se corría el peligro de plantar un príncipe musulmán en la sagrada Línea de Sucesión. Además, como la duquesa de Alba, tenía más abolengo que la Casa Real. Con los mitos no se juega.

 

ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA

@rhm1947

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