La Covid-19 es el desencadenante de un nuevo punto álgido de la economía mundial. Tal como se ha apreciado, el “efecto dominó” de su impacto sobre la política y la economía ha arrastrado al mercado de materias primas, incluyendo el petróleo.
Mientras que en una larga lista de países aplican medidas de cuarentena para degradar la proliferación del virus, la incertidumbre y el declive de las bolsas de valores en el mundo han marcado la pauta como síntoma de la fragilidad del sistema económico mundial y las inercias propias de la globalización.
Es allí donde el petróleo encuentra asidero como nudo crítico. Su valor estratégico como principal fuente de energía y como importante materia prima le sirven de particular valor. El sector energético petrolero es la piedra angular de varias economías en los países desarrollados y es, al mismo tiempo, la fuerza vital de muchas economías emergentes y del mundo en vías de desarrollo.
Al producirse una turbulencia grave en este sector, sus réplicas y amplificaciones no se hacen esperar.
Caída de precios, guerra de productores y recesión
En abril, el precio medio del barril de crudo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) es de 17,9 dólares frente a los 33,9 por barril del mes marzo de este año, lo que supone un 47,21% de descenso. En los últimos 12 meses, el precio del barril de petróleo de la OPEP ha descendido un 74,69%.
Si revisamos el histórico de cotización del crudo de la OPEP desde 2003, veremos que alcanzó su precio máximo, 131,2 dólares, en julio de 2008, y su precio mínimo, 25,24 dólares, en abril de 2003.
Esto quiere decir que la industria petrolera mundial está lidiando con un severo e impredecible ciclo de baja en el precio en estos momentos, dados los impactos de la Covid-19.
La pandemia ha paralizado parcialmente la economía global y ha sumido al mundo en una recesión que será “mucho peor” que la crisis financiera de hace una década, dijo recientemente la jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI) Kristalina Georgieva.
En una inusual conferencia de prensa conjunta con el líder de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la responsable de aquel ente financiero pidió a las economías avanzadas que intensifiquen sus esfuerzos para ayudar a los mercados emergentes y los países en desarrollo a superar el impacto económico y de salud de la pandemia.
“Esta es una crisis como ninguna otra”, dijo a unos 400 periodistas en una videoconferencia. “Hemos sido testigos de que la economía mundial se paralizó. Ahora estamos en recesión. Es mucho peor que la crisis financiera mundial” de 2008-2009.
Agregó que los mercados emergentes y las economías en desarrollo fueron duramente afectados por la crisis, apuntando a que casi 90 mil millones de dólares en inversiones ya habían salido de los mercados emergentes, mucho más que durante la crisis financiera. Algunos países también sufrirán debido a las fuertes caídas en los precios de las materias primas.
La funcionaria hizo referencia, sin nombrarlos, a la salida masiva de capitales desde China e India justo cuando caen los mercados financieros a inicios de marzo. A esta tormenta perfecta se le suma la caída del precio petrolero y ello implica un nuevo ciclo adverso. La caída de la inversión en estos emergentes, dos grandes consumidores y, en el caso de China, el primer importador de crudo del mundo, tendrá su impacto directo en la demanda de crudo de ellos.
La crisis de la Covid-19 impacta con dureza en la producción de crudo. Pero también incide la guerra de precios desatada entre Rusia y Arabia Saudita.
La nación árabe, líder entre los productores de la OPEP, ha hecho reiterados anuncios de elevar su producción a expensas de que ello desfavorece el precio del crudo ante el escenario de caída mundial de la demanda. Pretenden llevar su producción a más de 10 millones de barriles/día.
El precio cero o menor de cero
La prolongación de los estragos de la Covid-19 en Estados Unidos (principal consumidor del planeta) sugiere que las cuarentenas en ese país se agudizarán y prolongarán.
De igual manera, en simultáneo a las cuarentenas masivas en Norteamérica y Europa, tiene lugar la caída en la demanda de bienes y servicios de Occidente a Oriente. Aunque China pueda reanudar la normalidad, sus ejes industriales se mantendrán a mengua hasta que Occidente recupere la normalidad. El lapso de tiempo para que estas circunstancias tengan lugar es aún indeterminado.
Ante la posibilidad de que el ciclo actual se prolongue y ocurra una baja continuada del precio del crudo, podría tener lugar la caída a “cero” del precio petrolero o incluso su precio “inferior a cero”. Una particularidad económica que solo se explica por las particularidades del ramo petrolero. Veamos.
El precio del petróleo podría caer a cero. Imagen: VectorStock
Estas cotizaciones dramáticas “reflejan la creciente toma de conciencia de que la demanda de crudo se está hundiendo, probablemente mucho más allá del 20% que preveíamos para abril y mayo”, consideraron los analistas de JBC Energy para el medio alemán DW.
Dicho de otra manera: el consumo de crudo se está ralentizando mucho más de lo estimado por la caída de la movilidad a causa de la Covid-19.
Se detienen vehículos, se detienen empresas, se detiene la actividad industrial a gran escala, cada vez más países van a la cuarentena, y ello se está reflejando más allá de las previsiones. Ello supone una caída en la demanda cada vez más acentuada.
La estrategia de los países para estos casos es el almacenamiento. Cada país productor y cada empresa tienen infraestructuras para almacenar crudo, bien sea en patios de tanques e incluso en tanqueros apostados en el mar. Ese almacenamiento tiene capacidad diversa, pero está normalmente diseñado para contingencias de corto plazo con capacidad limitada.
Los países consumidores también tienen capacidad de acopio. Normalmente resguardan cuotas considerables para circunstancias excepcionales, pero regularmente algunos consumidores como Estados Unidos aumentan sus inventarios de crudo almacenados para inducir bajas en los precios internacionales.
La gravedad de la paralización que ha impuesto la Covid-19 está en que el almacenamiento está a punto de coparse en países consumidores y en países productores. Ello podría desencadenar un efecto en el precio de bajas tan acentuadas que los países, en lugar de vender crudo, deban “pagar” para que se lo lleven, colocando el precio a valores de “cero” o “menos cero” dólares por barril.
Esto aplica a los países y cuencas petroleras, donde es más factible pagar para que se lleven el crudo, a tener que cerrar pozos, como en Estados Unidos, pues los costos de cerrar pozos en algunos casos termina siendo más alto que pagar para que alguien con capacidad de almacenamiento se lleve el crudo.
Los costos de cerrar un pozo regularmente van más allá de simplemente cerrar un grifo. Se requiere el uso de personal y equipos para la aplicación de un cierre programado sin derrames. Pero el costo real del cierre de un pozo yace en que, al detener su actividad, ocurre una pérdida de compresión y luego reanudar la actividad del pozo es virtualmente difícil y muy costoso.
Países como Venezuela han lidiado con este fenómeno durante casi dos décadas, mediante los daños generados a la paralización de su industria petrolera durante los años 2002-2003, lo que provocó que muchos pozos de crudo liviano fueran irrecuperables y varios campos decayeran en su producción.
Los temores de la industria petrolera mundial apuntan hoy a que la caída de los precios sea tan dramática que se detengan todos los eslabones en la cadena, desde los mercados de crudo hasta los despachos y almacenamiento, y finalmente hasta los pozos. Ya, al día de hoy, la producción de petróleo de esquisto estadounidense está en condiciones de pérdidas y los pozos han comenzado a cerrar.
Podrían detenerse todos los eslabones de la cadena de producción petrolera en el mundo. Foto: Bloomberg
Cabildeo y presiones entre los tres principales productores del mundo
En una conversación telefónica que tuvieron el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente ruso Vladimir Putin para acordar la ayuda de Rusia a Estados Unidos ante la crisis sanitaria, tuvo lugar una distensión importante para el mercado petrolero.
Trump anunció trabajar con Putin para reanimar el precio petrolero. Seguidamente, Trump anunció haber llamado a la realeza saudita para acordar acciones para el rescate del crudo, y la nación árabe inmediatamente llamó a una reunión de emergencia de la OPEP.
El resultado es que habrá un nuevo encuentro entre países OPEP+Rusia. Tal parece que el Kremlin ha colocado al crudo como un elemento de negociación y ha logrado cabildear a la Casa Blanca para que, ante las circunstancias de emergencia, doble el brazo de Arabia Saudita y le conmine a un acuerdo con los rusos.
La reunión entre la OPEP+Rusia para discutir la tregua en la intensa guerra de precios y que estaba prevista para este lunes 6 de abril fue aplazada hasta el jueves 9. Esta cita extraordinaria, que se realizará por videoconferencia, debería permitir la discusión de una reducción masiva de la producción, hasta 10 millones de barriles por día, un volumen mencionado por el presidente Putin el viernes 3 pasado.
Según el medio financiero Dinero, en dicha cita se estará discutiendo un recorte de producción equivalente a cerca del 10% del suministro mundial, o 10 millones de barriles por día, que incluya a Estados Unidos, que junto a Rusia y Arabia Saudita, componen la triada de productores más grandes en el mundo.
No obstante, Washington no se ha comprometido aún con una posible participación en el nuevo acuerdo, pero su cuota de reducción podría estar siendo saldada por el cierre de pozos de esquisto justo ahora.
Lo cierto es que, pese a un nuevo acuerdo de reducción a cargo de los productores, el ciclo de inestabilidad petrolera continuará, no solo por el mundo en recesión, sino porque el actual ciclo de bajos precios ha facilitado que los grandes consumidores como Estados Unidos y China hayan accedido a grandes cuotas de crudo y hayan llenado sus inventarios.
Hasta que dichos inventarios no se drenen y la economía mundial no recupere su ritmo regular, no puede hablarse del regreso de la “normalidad” al mercado petrolero. Ello significa un ciclo de precios decaídos al menos durante un año o incluso año y medio desde esta fecha.