La paz de mentira y la guerra mimetizada | Por: Erikmar Balza

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El objetivo de la política, contrariamente a las ilusiones del siglo XX, no es la creación del paraíso, sino evitar el infierno en la tierra. Las crisis militares, políticas y económicas de los últimos años demuestran que mantener la estabilidad es difícil incluso en regiones tradicionalmente tranquilas como Europa, donde la dimisión de Primeros Ministros y Ministros es el hobby aparente.

La competencia entre grandes potencias, las provocaciones de países medianos y pequeños y los desafíos transfronterizos siguen siendo fuentes de amenazas globales. Requieren equilibrio y coordinación de posiciones. Mientras tanto, todos están unidos por intereses comunes primarios: mantener la paz, contrarrestar la inestabilidad, sobre todo, por las estructuras del neofascismo que están ganando fuerza, y en paralelo crear condiciones para un desarrollo sostenible.

Las relaciones internacionales están cambiando sin duda, la guerra sin el objetivo de apoderarse de territorios es un nuevo fenómeno en este campo. Una de sus mutaciones fue la guerra en nombre de los derechos humanos: “intervención y/o ayuda humanitaria”. La revolución en los asuntos incluso militares está cambiando el rostro de la guerra, lo podemos ver con el uso de armas de alta precisión y drones, el uso de tácticas híbridas y la destrucción de infraestructuras de información.

Por su parte, las sanciones y contra sanciones, abiertas y encubiertas, se consagrarán como una práctica común. En el contexto del rechazo de facto de las reglas universales del comercio mundial por ejemplo, (la OMC se está convirtiendo en un organismo cada vez más representativo y con menos injerencia en la realpolitik, así como todo el Sistema de Naciones Unidas), las restricciones mutuas son la norma en las relaciones entre grandes bloques económicos e incluso tocando el ámbito circense, al ver como diariamente jefes de estados se amenazan entre sí como cual show de apuestas.

Sin embargo, estas prácticas sancionatorias no han tenido el resultado de quienes las imponen como en el particular caso de Venezuela, Cuba, Nicaragua, Rusia e Irán en suponer un cambio de regímenes que por el contrario solo exacerban las vulnerabilidades sociales de estos países. Es importante señalar que, Estados Unidos lidera la lista como el país más sancionador del mundo, con un 38% sin mencionar la influencia y el alcance de este país como actor predominante en la imposición de medidas coercitivas a escala global.

Ahora bien, en los últimos años estas sanciones han venido acompañadas de campañas culturales inescrupulosas para intentar permear en las culturas e identidades de estas naciones. En el caso particular de Venezuela, donde posterior a una campaña exitosa de desplazamientos por la región, y la aplicación del terror y la estigmatización de los venezolanos bajo la premisa de su ‘’lucha contra las bandas organizadas’’ ha traído y seguirá agudizándose el racismo, clasismo, xenofobia y diferentes formas de violencia sobre la población migrante.

En consecuencia, debemos declarar una emergencia ante estas nuevas derechas radicalizadas latinoamericanas, poco preocupadas por construir argumentos racionales e incluso conceptos identitarios, pero al mismo tiempo profundamente arraigadas por las lógicas mediáticas (personajes como Buleke, Milei, o el propio Trump, que han emergido de los medios masivos de comunicación propagando gran cantidad de fake news, caso Elon Musk), motivo por el cual se han definido como neofascismos mediatizados, siendo estos la consecuencia inmediata que brinda el capital dominante a una mayoría social lumpen.

Ya no se trata de la hegemonía neoliberal conservadora, se trata del triunfo de un capitalismo que busca legitimarse sin legitimación, es decir, a través de discursos vacíos en medios de comunicación, pero que se encuentra además muy arraigado en la forma política actual dominante (mediatizada). Para ello será necesario, que Venezuela como pionera en tratar el tema de las reparaciones desde el punto de vista gubernamental, deberá exigir en todas las plataformas, reparación y propiciar líneas de investigación en torno a los aspectos jurídicos-legales, multilaterales, políticos, históricos y filosóficos de la guerra multiforme en curso.

 

Erikmar Balza


 

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