por: Juan Sáenz
La revolución y la música; una dicotomía que hace una simbiosis casi perfecta. La primera reformula de manera constante y dinámica nuestros sentidos desde el leguaje en el ser y la acción y la segunda se habita en la primera, construye y se destruye, perfecciona sus instintos y los materializa en composiciones, arreglos; producto de una expresión nata de un recuerdo, lucha o deseo.
La revolución nuestra, cercana, propia, originaria, nos pide desde adentro, sus cantos y composiciones, la constitución de una alquimia perfecta que sirva de vaso comunicante, que nos reúna de nuevo en la esperanza, historia e identidades, para contrarrestar la industria del espectáculo. Pues es menester decir, que son forjadores de ideologías vacías, etéreas, insignificantes y por consecuencia, nocivas para la formación del hombre y mujer que necesitamos y que exigen estos tiempos.
Las expresiones musicales deben estar encontrándose para asumir posturas definidas desde el punto de vista ideológico, en lineamiento con un estado que los provea desde todos sus espacios y manifestaciones. Defender lo que en principios somos ante el mundo, la música como la fuerza de esa voz que irrumpe y se queda para no olvidarse.
Recuerdo una entrevista que leí de Silvio rodríguez publicada en el diario El País, donde reseñaba el apoyo que tuvo Cuba durante el bloqueo, por parte de un conjunto de voluntades en la región, como el Uruguayo Daniel Viglietti, nuestra Soledad Bravo, la Chilena Isabel Parra, quienes alzaron su reclamo, haciendo discos con grupos cubanos para, de alguna manera, reconocerlos, legitimarlos y decirle al mundo que somos la “Mayúscula América”.
Debe haber un esfuerzo en reproducir estas experiencias, con más seriedad y altruismo, Venezuela goza de un talento extraordinario en esto que muchos llaman la canción protesta, no debemos temer a la crítica, si es que algunos pudiesen estar pensado que sería contraproducente. Al contrario, estaríamos capitalizando la formación de un nuevo discurso forjador, verdadero, emocionalmente opuesto al sistema capitalista, donde esa trilogía música-revolución-humanidad desde la existencia, nos oriente hacia otras perspectivas del placer, el amor, la muerte, la política, la vida.
Juan Sáenz
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