La juventud, la migración y el marchito sueño americano| Por: David Gómez Rodríguez

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El arte de la política: La juventud, la migración y el marchito sueño americano

Por David Gómez Rodríguez

Oswaldo Guayasamin pinta los dos cuadros que comprenden “La huida” (1953) y “Evacuación” (1953) y nos muestra el sufrimiento de la humanidad en el largo camino que recorre para tratar de escapar de la pobreza, pues como afirma el comprometido y extraordinario pintor ecuatoriano “Esta sociedad es oscura, los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más tremendamente pobres. Ciudades y países enteros son convertidos en cárceles donde los muros de la muerte y el miedo imponen el silencio. Sería pueril considerar que se trata de casos patológicos aislados, patológico es el sistema que establece la violencia como forma de gobierno”. ¿Guayasamin? Desde el título de este artículo todo parece distante, pero realmente las obras de este maestro latinoamericno, la juventud que vuelve y el marchito sueño americano están profundamente y trágicamente ligados.

Produce indignación y dolor ver las redadas y a los jóvenes esposados por perseguir un sueño que el imperialismo les ofreció revestido de esplendor y que luego les explotó en la cara ¡Es el marchito sueño americano! Más parecido al blin-blin de los reguetoneros que a un proyecto de vida que dé garantías de desarrollo a los jóvenes y verdaderas perspectivas de futuro. El blin-blin no es más que ilusión, una carnada que muchos muerden sin percatarse de que todo lo que brilla no es oro… y que aun siendo oro, no todo oro es sinónimo de riqueza y felicidad, ya que hay fortunas que pesan más por los litros de sangre derramada que por lo kilos de metal acumulado. El conocimiento nos libra de ser engañados, es por eso que los gringos lejos de prometer becas en universidades prometen que podrás comprarte el iphone de la más alta gama y que con él podrás seguir viendo vídeos de famosos forrados en oro mientras tu descansas de tu tercer empleo en el callejón de un suburbio con un nombre que no sabes pronunciar. Y así le das corazones a lo que no tienes mientras tu propio corazón extraña lo que si tenías en el país que naciste: libertad de ser tú mismo, derechos de ciudadano y familia a la cual abrazar.

Hace 206 años, en el Discurso de Angosturas, el Libertador Simón Bolívar afirmó que “Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición”, por cuanto hay que saber diferenciar la ilusión que es el bienestar basado en el consumismo del desarrollo humano integral. Al final, esa ilusión, en medio de una profunda crisis política dentro de la sociedad norteamericana, se devela con una amenaza: hoy el sueño americano es un pase directo a Guantánamo. No importa que tan mal hables de los comunistas, ni cuantos títulos universitarios tengas, ni que tan blanco seas, si eres un migrante, más vale que seas venezolano, para que tu gobierno te acoja, sino tu destino será la cárcel u otras marchas entre la selva y el desierto con la pobreza a cuestas, pues la pobreza no se acaba cruzando una frontera, por lo contrario, en muchos casos, se acentúa.

El grupo más susceptible a caer en esa quimera es la juventud. Particularmente en Venezuela la migración inducida es un plan bien concebido para afectar de manera estructural las posibilidades de desarrollo del país, pero además se ha convertido en un negocio para los sectores de ultraderecha. Haiman El Troudi, a propósito del llamado “bono demográfico”, afirmó que “La población joven venezolana será la más numerosa en las próximas décadas, tras de lo cual, el país experimentará un inevitable ‘envejecimiento’. Lo que se deje de hacer en estos años repercutirá en términos de desperdicio o aprovechamiento de las capacidades materiales del país para enrumbar su desarrollo”, es por ello que quizá la estrategia más perversa del imperialismo norteamericano contra Venezuela haya sido justamente tratar de atacar de manera estructural las potencialidades de desarrollo que el país tenía en medio de una revolución y en una circunstancia demográfica que da ventajas concretas para crecer desde el punto de vista económico. El mayor de los golpes de Estados era atentar contra el futuro y por ello procuraron atacar el bienestar social, desdibujar al país e inducir la migración de la juventud por todos los medios.

Además, afirma El Troudi que “Durante esta ventana de oportunidad, más personas pueden potencialmente producir más, ahorrar más, invertir más, incrementar sus capacidades humanas y mejorar sus condiciones de vida. Pero ello se dará si y sólo si, tienen capacidades adecuadas de salud, educación, empleo productivo, en fin, si se logran las metas del eco-desarrollo humano integral”. Ya la Revolución Bolivariana había garantizado las condiciones propicias para que la juventud pudiese llevar al país a la superación del subdesarrollo, el índice GINI, por ejemplo, pasó de 0.48 en 1998 a 0.39 en el 2011, los indicadores de pobreza llegaron a mínimos históricos y el Índice de Desarrollo Humano alcanzó 0,777, es decir, alcanzamos un IDH alto, por encima de la media de todo el continente. Asimismo, se abrieron más de 36 universidades gratuitas para el pueblo y se creó uno de los programas de vivienda social más eficiente del mundo. Todos estos datos expresan los logros de una pujante revolución. Esa Venezuela no se parece a las obras de Guayasamin, el cual muestra la realidad de un pueblo empobrecido, obligado a desplazarse, sin embargo, los efectos que producen las más de 1.027 medidas coercitivas unilaterales, el bloqueo criminal, el embargo ladrón, en fin,  la guerra económica… esas consecuencias si se parecen a lo que describe Guayasamin.

Estas pinturas son un poderoso símbolo de las consecuencias devastadoras de la agresión imperialista, de una política migratoria criminal, de la desigualdad social y del fracaso del sistema capitalista. Guayasamín con sus pinturas nos permite hoy mirar el rostro humano detrás de las cifras migratorias. Sus gritos mudos, manos suplicantes y madres en duelo nos interpelan e invitan a combatir la indiferencia y a procurar sociedades más justas. Como el propio artista dijo: «Pinto por los que no tienen voz, por los que luchan y por los que caen». En un mundo donde más de 280 millones de personas son migrantes, el arte de Guayasamin sigue siendo un faro para los pueblos en resistencia ¡Ojalá todos puedan volver a sus patrias y verlas florecer con la luz del socialismo!

Nota: Invitamos a ver estas obras maestras del maestro Oswaldo Guayasamin en la exposición “Nuestra América. Pulsión creadora” la cual está abierta al público en la sede del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos (Celarg) de martes a domingos en el horario comprendido entre las 10:00 am y las 4:00 pm. Además podrán disfrutar de una experiencia de arte inmersivo con obras de los más destacados pintores latinoamericanos que los pasearán por la historia de nuestro continente y los harán sentir más nuestroamericanos.

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