La derrota del proceso constituyente chileno saca a relucir a un conjunto de actores de un tipo de izquierda cuya naturaleza exquisita le ha llevado a denominarse como “izquierda boutique”. Se caracteriza por ser preciosa, abstracta, exquisita y costosa, muy costosa para las causas populares. No ganó Pinochet, perdió la “izquierda boutique”.
Los costos de la pérdida significan años de retroceso para la causa popular de erradicar los vestigios del pinochetismo, asunto que no ha resuelto la joven democracia chilena. Y adicionalmente conduce a un crecimiento, abultado, de los sectores de derechas que ahora se esforzarán para enterrar las autenticas causas populares del pueblo chileno en el nuevo camino de “cambio constitucional” que se convoca en Chile. Un proceso, convocado por el presidente, que se aleja de las posibilidades reales del poder constituyente, del poder popular.
La enfermedad de la “izquierda boutique” es creer que sus causas, por preciosas, sean populares. Nada más alejado de la realidad es considerar que un conjunto de sofistas, sin conexión popular, tengan la capacidad de entender las demandas históricas de un pueblo y convertirlas en realidad. Podrán en suma relatar o escribir o interpretar en tablas de un teatro o en el maravilloso mundo del cine y la música, pero no tienen la genialidad que se necesita para la conducción política exitosa de un proceso popular de liberación. Para eso se necesitan líderes, con sensibilidad popular, conexión social de verdad, formación en las luchas populares y genialidad política.
La genialidad política es simple: es la capacidad de convertir una causa en una realidad a través de acciones concretas. De esta virtud carecen ese tipo de izquierdas cuyos discursos enredados, y complacientes con la intelectualidad burguesa, no tienen capacidad objetiva de enfrentarse a la sencillez de la causa popular, constituyente. No se piense en una botella que frotas para que un espectro te cumpla un deseo, eso es de izquierdas boutique.
El revés electoral del proceso chileno, es un llamado de alerta a los que militamos la izquierda. Debemos evitar el preciosismo, no dejarnos llevar o colocarnos voluntariamente en una sala de exhibición inalcanzable para las grandes mayorías. Nuestra causa debe estar alimentada permanentemente por las autenticas razones sociales de los pueblos a los que pertenecemos.
El aprendizaje de esta lección demuestra la grandeza de los procesos constituyentes venezolano, boliviano, ecuatoriano que supimos interpretar las causas populares y llevarlas a geniales constituciones que han dado vida al poder del pueblo en nuestros países donde ni de vaina nos enredamos en una boutique.
CÉSAR TRÓMPIZ