El sistema capitalista juega un papel fundamental en la forma en que experimentamos las fiestas y, por ende, en cómo influyen en nuestra salud mental. El capitalismo, a través de múltiples mecanismos promueve un feroz individualismo, lo cual muchas veces provoca que nos aislemos socialmente y perdamos el sentido de comunidad. Justamente es durante las fiestas, cuando se enfatiza la importancia de la familia y las relaciones sociales. En estos casos, puede emerger una crisis personal que no necesariamente es provocada por las fiestas navideñas en sí, pero que puede eclosionar en estos momentos.
Las fiestas de fin de año suelen asociarse con alegría, reuniones familiares y celebraciones. Sin embargo, para muchas personas, este periodo puede convertirse en una fuente de tristeza y angustia. La presión social por ser feliz, el recuerdo de seres queridos ausentes y las dificultades económicas pueden desencadenar episodios de fuerte desánimo. Tampoco dejaría de lado la existencia de una consistente «obligatoriedad» de asistir a reuniones no deseadas y encuentros que hubiésemos querido evitar.
¿Por qué la Navidad o las fiestas de fin de año, en lugar de ser un momento de festejo, puede convertirse en una fuente de agobio o sufrimiento? La respuesta se encuentra en una combinación de factores psicológicos y sociales. La ausencia de seres queridos, ya sea por fallecimiento o por distancia, puede intensificar el sentimiento de soledad y tristeza. Los recuerdos de momentos felices vividos junto a ellos/as se entremezclan con la dolorosa realidad de su ausencia, generando una nostalgia que puede resultar abrumadora.
Además, la sociedad actual nos bombardea con imágenes idílicas de familias felices y celebraciones perfectas. Esta presión por vivir momentos inolvidables puede generar frustración y decepción en quienes no se sienten parte de ese ideal. Las redes sociales, con sus publicaciones cuidadosamente seleccionadas, pueden exacerbar este sentimiento, al mostrar una falsa «realidad» que dista mucho de lo que vivimos.
Las dificultades económicas también juegan un papel importante, especialmente en tiempos de crisis. La preocupación por no poder ofrecer a nuestros seres queridos todo lo que desearían (o inclusive lo que necesitan) puede aumentar la sensación de frustración y culpa.
Depresión navideña
El aislamiento social puede ser un factor desencadenante de la “depresión navideña”
Es importante mencionar que para quienes viven solos (y no se sienten a gusto con esta situación) o están lejos de sus seres queridos, las fiestas pueden ser un recordatorio doloroso de su estado no deseado de soledad. La sensación de estar excluidos de las celebraciones familiares y sociales puede generar sentimientos de tristeza y abandono.
Si experimentas alguno de estos estados es posible que te sientas afectado/a por este momento del año:
- Tristeza profunda y persistente que interfiere con tu vida diaria.
- Pérdida de interés en actividades que antes disfrutabas.
- Cambios significativos en el apetito y el sueño.
- Fatiga y falta de energía.
- Dificultad para concentrarte y tomar decisiones.
- Sentimientos de inutilidad y desesperanza.
- Pensamientos negativos recurrentes sobre ti mismo y el futuro.
Si sientes que estás atravesando alguno de estos estados o emociones, es importante que busques ayuda. Habla con tus compañeras y compañeros más cercanos, amistades, con integrantes de tu familia con quienes sientas más afinidad e inclusive puedes consultar con un profesional de la salud mental que pueda proporcionarte herramientas y estrategias para manejar tus emociones.
Considera la terapia: Una terapeuta puede ayudarte a desarrollar habilidades para afrontar situaciones difíciles y mejorar tu bienestar emocional. Recuerda que la depresión navideña o por las fiestas de fin de año, es un problema real que afecta a muchas personas. Si estás luchando con estos sentimientos, no dudes en buscar ayuda.
María Teresa Gentoso
Psicóloga chilena.
Publicado en kaosenlared.