Este viernes 27 de noviembre se conoció una noticia trascendental: los asesinos de Robert Serra y María Herrera, finalmente, fueron condenados a 30 años de prisión. Es la máxima pena que confiere la legislación venezolana para este tipo de delitos. Y aunque sigue siendo un tiempo relativamente corto, al menos representa un paso importante en el camino de hacer justicia.
La extrema crueldad con que mataron a Robert y a su compañera, constituye sin lugar a dudas un caso claro de sicariato político. Al joven diputado no lo mataron para robarlo, lo asesinaron para acallar su voz y tratar de amedrentar a una generación brillante de jóvenes estudiantes. Todos ellos se forjados al calor de las luchas por la revolución bolivariana. Lo que resultaba demasiado inquietante para la extrema derecha.
Entonces, el fascismo de grupos ultra radicales, volvió a mostrar su odio irracional. Como ya lo habían hecho con el golpe de Estado de abril de 2002; y con la muerte por encargo del fiscal valiente, Danilo Anderson. El proyecto bolivariano ha encontrado duros escollos en su camino, algunos estructurales y otros coyunturales.
Derecha asesina
Pero nunca como ahora había quedado tan claro que, como dijo el genial guitarrista español, Paco de Lucía: la izquierda crea y la derecha ejecuta. La propuesta política de las facciones más ultrosas de oposición, al final, se ha reducido a la violencia más cruel. Si no ganan, arrebatan. Si no se cumple su voluntad, desechan el debate democrático y tratan de imponerse a la brava.
Durante la era del presidente, Nicolás Maduro, hemos enfrentado varias arremetidas. Desde intentos de magnicidios con drones, hasta invasión de mercenarios y guarimbas terroristas extendidas. Vemos que todo parte del mismo principio: si no ganan arrebatan. Y con tal de ganar, el fin justifica cualquier medio.
La muerte absurda e inesperada de Robert Serra, representó una baja sensible para la vanguardia de la juventud revolucionaria. Sin embargo, los cuerpos de investigación policial, junto con el poder judicial, han demostrado capacidad para esclarecer y condenar este doloroso caso. Quizás no con toda la celeridad que se hubiera esperado, pero al menos se ha hecho justicia para los familiares y deudos de Robert y María.
Este asesinato también nos reafirma que nos enfrentamos a un enemigo sumamente poderoso, muy dado a delinquir. Por otro lado, se mantiene vigente la preocupación por ir más a fondo en el trabajo para desmantelar las mafias del paramilitarismo colombiano, injertadas de a poco en el país.
Rastrojo paramilitar
La fotografía de Juan Guaidó con la peligrosa banda paramilitar colombiana de los Rastrojos, ha pasado casi como un hecho anecdótico. Sin embargo, constituye un elemento probatorio de peso, para llevar esas averiguaciones hasta sus últimas consecuencias. Obviamente, una vez que se haya renovado el Poder Legislativo y el «interino» pierda definitivamente su inmunidad parlamentaria. Entonces tendrá que activarse un trabajo exhaustivo en esa dirección.
El Estado venezolano, y mucho más en revolución, debe tener la firme resolución de cerrarle el paso a la indeseable «importación» del paramilitarismo colombiano a territorio venezolano. Este tema constituye una tarea pendiente que amerita un tratamiento especial, tanto de los cuerpos de seguridad, como de las organizaciones de inteligencia social.
Los asesinos de Robert están encarcelados, pero ahora tenemos un doble reto: honrar la memoria del joven revolucionario, consolidando el proyecto por el cual dio su vida. Y en segundo término erradicar de cuajo cualquier foco de paramilitarismo que el rastrojo haya ingresado al país. En ambos casos, resulta fundamental renovar el Poder Legislativo venezolano, con una verdadera avalancha de votos revolucionarios. Tenemos que trabajar para que hay justicia con estos delincuentes. Es un prerrequisito imprescindible para que haya paz.
DANIEL CÓRDOVA
@dcordovaster
