Isnotú era un pueblo andino que en 1864, estaba en medio de la nada, escondido en la faldas de las montañas trujillanas, pero su luz y destino cambiaría para siempre, con el nacimiento de un niño que por sus actos y por la devoción popular, se convertiría en santo: José Gregorio Hernández.
Un milagro lo llevaría a los altares en marzo de 2017, siendo éste, el colofón de una larga lista de obras realizadas por el Siervo del Padre, sostenidas por la devoción de un pueblo que desafiando protocolos eclesiales, lo había santificado por mucho, y desde hace mucho, en su corazón.
Devoción popular
En cada casa venezolana, fiel al rito católico, hay una imagen de José Gregorio, fotografiado de pie, estatuillas de pie, pequeños bustos de la misma imagen de pie, manos atrás, mirada apacible con o sin bata de médico, siempre de sombrero, vigilando la sanidad espiritual y profundamente humana de las gentes, entregadas a su segura intersección ante el Altísimo.
Fueron muchos pequeños milagros del silencio, de esos que solicitados a fe ciega por el bien propio y el común, marcaron una historia de santidad, firme y sellada con el anuncio papal desde el Vaticano.
Barquisimeto en fervor
La Divina Pastora camina eterna, coloreando con tonos crepusculares los pasos de fe de los larenses.
Pastorita, los ha llevado de la mano sin duda, pero un buen día a Alberto Jiménez, la tragedia en la que ya estaba convertida su vida, torció aun más el destino y su hijo cayó postrado, en estado vegetal, paralítico con diagnósticos de muy mal augurio por parte de los médicos.
«Al muchacho le dió una parálisis, quedó vegetal, y los médicos, no sabían», comenzó dando su testimonio el señor Jiménez.
Las angustias se fueron con el hijo enfermo a Caracas y de allá lo regresaron para que muriera en su casa.
Reconociendo una vida de excesos y jurando salir del camino oscuro en el cual se encontraba, el hombre enjuto y conmovido con el recuerdo, relató como prometió encenderle una pequeña, pero poderosa velita, al Médico de Los Pobres.
«… Me llamaron de casa un día, un trabajador que había llegado tarde al trabajo, del cual yo era jefe y no me dejó hacerle el reclamo por el retraso cuando me dijo que tenía una sorpresa», comenta Alberto conmovido.
El hombre se fue junto a quien nombró como Alfredo, y fue recibido por un montón de gente que a su paso, iba abriéndole el camino hasta que se detuvo y vio como su hijo, dejaba de jugar fútbol y venía corriendo hacia el con un grito de «¡Papá!».
Aquella velita encendida de fe, se convirtió en una santuario y un lugar de peregrinación, dónde Alberto Jiménez afirma y reafirma la bondad de su santo; santo que no necesitó del permiso del Vaticano, para ser venerado por éste caroreño y así como él, millones en todo el mundo, dan cuenta de los milagros populares que se multiplican exponencialmente con el tiempo.
Los restos de Hernández reposan en la Iglesia Santuario de Nuestra Señora de La Candelaria, en la plaza La Candelaria, ubicada en el Centro de Caracas.
En ese templo cada 26 de octubre, los fieles celebran el natalicio del ahora santo.
Son muchas las historias de sanación que los creyentes atribuyen al afamado doctor venezolano.
Carlos Fernández, sacristán del santuario de la Candelaria y quien día tras día vela por el buen funcionamiento del templo, dice haber sentido también la ayuda de Hernández.
En el año 2017 fue diagnosticado con melanoma, tuvo una recaída en el año 2018 y, tras recibir varias sesiones de quimioterapia y ser operado, le pidió con fervor a José Gregorio. Con emoción asegura que, gracias a él, meses después le dieron de alta.
Reconocimiento papal
Transcurrieron mas de cien años tras su desaparición física y hace aproximadamente , setenta, el registro popular comienza a dar noticias sobre sus milagrosas hazañas.
Se lo veían en pasillos de hospitales, sanando desahuciados, también en los pueblos mas humildes, sentado en pequeños taburetes, velando el sueño de niños con graves padecimientos y así creció la fé en el imaginario colectivo, alcanzando su máxima expresión en los días de la Pandemia, donde no pocos aseguran que el Médico de Los Pobres, sanó a toda una nación de los terribles efectos y muertes por el COVID 19.
Pero fue la milagrosa sanación de Yaxury Solórzano Ortega, de tan solo 10 años, la que marcó el destino santo, de nuestro trujillano más universal.
Este milagro fue la clave para su beatificación en 2021 pues la niña, había recibido un disparo en la cabeza y aunque sobrevivió, los médicos del estado Guárico, donde la pequeña vivía, diagnosticaron daño cerebral irreversible con graves secuelas neurológicas.
La oración de su mamá, al entonces venerable doctor José Gregorio Hernández, obtuvo la respuesta, divina e inmediata: la niña se recuperó de manera total, caminando, hablando y sin presentar déficit alguno, en un tiempo récord y sin explicación científica.
El caso es que José Gregorio Hernández fue declarado beato sin segundo milagro, pues el Papa Francisco supo, que ya era santo y aplicó la canonización equivalente por la devoción universal que le profesan al humilde doctor que pasó por Francia, se alzó contra «… la insolente planta del extranjero» en los días de Cipriano Castro y regaló bondad a todos sus iguales, en esta tierra de gracia caribeña y venezolana.
Fotos: Archivos/Marcos López.
Video: Marcos López
Obra pictórica: Cinthya Guillén de Muñoz
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