Mientras el pollo ya tiene alrededor de un mes intentando encaramarse sobre los 300 mil bolívares, el cartón de huevos optó por bajar desde casi 800 mil hasta poco más de 500 mil, frente a un dólar que, luego de otra alza violenta, ha vuelto a tomarse con calma sus ritmos de ascensos pausados y poco traumáticos.
Los indicadores sobre el tipo de cambio del BCV muestran que luego de recibir serios empujones alcistas desde 80 hasta 190 bolívares durante los primeros 20 días de junio, el dólar ha calmado su desespero y desacelerado su alza, conducta que para algunos analistas se explica por las divisas traídas y enviadas al país por venezolanos con cuentas en el exterior, mientras que para otros analistas está relacionada con las pausas en los volúmenes de liquidez inyectados al torrente monetario por el Gobierno. Hoy se ubica en torno a 205.
La conjetura sobre la traída de divisas por parte de venezolanos -remesas, pago de importaciones, compra de activos e inmuebles-, tiene fundamentos, más cuando se aprecia que por causa del férreo e ilegal e ilegítimo e inhumano bloqueo impuesto al país por EE.UU. la cantidad de divisas que ingresan por exportaciones es mínima, tanta como la Inversión Extranjera Directa, préstamos y financiamientos.
El otro factor sobrevenido que ha favorecido la oferta de alimentos es, paradójicamente, el confinamiento causado por la pandemia, la cual ha reducido la actividad económica y la movilidad del dinero en muchas otras áreas de la economía, para centrar las miradas de los consumidores en alimentos, medicinas y detergentes.
Además, una variable de peso en el incremento de la oferta y la competencia es que mientras algunas de las industrias oligopólicas y monopólicas han reducido sus ritmos de producción, otras se fueron del país, dejando vacíos espacios de mercado que poco a poco están siendo tomados por productos de pequeñas y medianas empresas, muchas párvulas, de reciente emprendimiento.
La agencia Reuters señala que hasta 2019 unas 20 empresas transnacionales se han ido o reducido sus actividades en Venezuela. Una de ellas es la transnacional de alimentos estadounidense Cargill, que el año pasado atendió a los llamados de Donald Trump para no ejecutar más inversiones ni planes de expansión. No obstante, optó por quedarse realizando mínimas actividades.
La productora de harinas, pastas y aceites comestibles anunció el año pasado tener un plan de inversiones por 1.000 millones de dólares para América Latina, que deja por fuera a Venezuela. “Queda claro que las operaciones de Cargill en Venezuela están en un riesgo evidente”, dice la agencia Reuters. Sin embargo, la agencia británica cita a su director ejecutivo, David Macleenan, quien afirmó que “No vamos a rendirnos. Es un país muy importante para nosotros”.
Otro oligopolio que ha hallado contrincantes en los rubros de arroz, harinas de maíz y productos de trigo es Polar, que antes gozaba de un mercado con pocos productores, frente a los cuales podía exhibir una alta capacidad de producción acompañada de una avasallante publicidad. Si bien el Grupo no alcanzaba a tener ejercicio pleno en la fijación de precios, tenía un buen margen de maniobra en la determinación de volúmenes de producción, condiciones que hacía difícil el ingreso al mercado de nuevas empresas.
Hoy es notable la presencia de diversidad de marcas de harinas, gracias a la producción nacional y a las importaciones realizadas por nuevos empresarios y comerciantes, favorecidos por la exoneración de impuesto a las importaciones y tasas de régimen aduanero, a productos como la carne, leche, preparaciones de cacao, jabones, pañales, decidida por seis meses en diciembre de 2019.
“La flexibilización de los controles de cambio y de precios y los menores trámites de importación animaron a empresarios locales a contratar compañías privadas para traer artículos al país”, señala una investigación de Reuters.
Así las cosas, se ha creado un contexto político económico en el cual la producción y venta de alimentos ha tomado tal fuerza, que muchos locales de zapaterías y mueblerías compiten con la venta de hortalizas, frutas, carnes y harinas, frente a supermercados, bodegas y mercados de pequeños productores y comerciantes, muchos de ellos instalados en patios, garajes y hasta en jardines de urbanismos residenciales.
Y es aquí, en la proliferación de la oferta y de la competencia donde la hiperinflación creada y estimulada por los oligopolios y monopolios encuentra escollos para dar continuidad a su escalada alcista de precios, más cuando hay dólares traídos de afuera con ganas de ser invertidos en la creación de pequeñas y medianas empresas.
WERTHER SANDOVAL
Profesor universitario
Publicado en ÚN.