por: Roberto Hernández Montoya
Los Estados Unidos nos quieren arrastrar a su barranco. Digo barranco y no decadencia porque cada día esta palabra me luce más enclenque para describir lo que están viviendo los Estados Unidos. Para usar otro término, caro a Fernando Vallejo, ese país entró a tiempo en un desbarrancadero. Por eso empecé hablando de barranco. Pero también puedo decir despeñadero o despeño, como mi abuela Eulalia llamaba —en su castellano del Siglo de Oro— el ‘flujo de vientre’.
El síntoma más fosforescente de esta debacle, aunque no el único ni el peor, es ese mamarracho que tienen haciendo las veces de presidente, que cada día inspira menos recelo y cada vez más risa.
Otros síntomas que a mí me preocuparían son, entre muchos, que las infraestructuras se les están desmoronando; que su industria bélica está haciendo un ridículo mundial —voto a los recientes descalabros sauditas ante Yemen o quien sea; que el dólar agoniza; que cada vez hay más pobres de solemnidad —van por 40 millones; que su innovación tecnológica es cada vez más mustia —voto a la hoy lánguida Apple, otrora inspiradora.
¿Ves que lo peor no es el carantamaula? Lo peor sí es que el batacazo corre cada más rápido y furioso.
¿Aceptas la convocatoria a ese naufragio? No face falta porque hay maneras de resistir la mengua. Venezuela no está obligada a concurrir a esa cabalgata macabra, a pesar de la estantigua que estamos padeciendo a remolque de aquella.
No es solo Venezuela sino la humanidad entera la expuesta al contagio. A Venezuela le vuelve a tocar asistir a un imperio en su agonía. Ya le tocó ha dos siglos aligerar la merma del español. Esta vez no nos está costando la mitad de la población, pero estamos pagando el intenso costo de los fiascos de la facción apocalíptica de la oposición.
Por ahora estamos vadeando el tramo de la resistencia estoica y nos está costando aprender la resistencia fecunda. Nos están golpeando donde más vulnerables somos: el comercio usurero y la clase media aspiracional, fetichista de la mercancía —voto a Marx— que se dispersa tras ella por el mundo y casi siempre solo consigue miseria. Ya emprenderemos la rebeldía fértil y entonces no nos detendrá ningún despotismo, por trumpista que sea.
¿Cuánto apuestas?
@rhm1947