Después de 3 intentos para llegar al poder, Guillermo Lasso por fin se terció la banda presidencial.
Este banquero con una larga ambición política venció en la segunda vuelta a Andrés Arauz después de completar una epopeya de persecuciones, campañas sucias y otros obstáculos contra el “correísmo”.
Lasso es un ejemplar recio de la oligarquía ecuatoriana, un auténtico neoliberal que antes de hacer lo inconfesable, promete lo que generalmente no terminan haciendo los neoliberales.
Ganó sobre una campaña de desinformación y una tenaz cruzada de satanización hacia los progresistas, quienes a pesar de sus posiciones a veces tibias, los colocó igual en el extremo del más “despreciable comunismo”.
El banquero invirtió en el negocio seguro de la guerra sucia, repitiendo la versión creada de que a su rival Andrés Arauz lo financió el ELN, y consiguió que el fiscal colombiano interfiriera en la campaña llegando a Quito para imputar al joven aspirante de 35 años.
El ahora gobernante de 65 años, si bien se vendió como algo nuevo, lo cierto es que es un patriarca de la derecha ecuatoriana. Un clásico neoliberal con la fascinación puesta en las privatizaciones, el enaltecimiento del mercado, la competencia y el FMI.
Renuncia a un reclamo histórico
A pesar de tener entre sus funciones la defensa de la soberanía, dejó claro antes de jurar el cargo, que la traicionó cuando renunció a seguirle reclamando a Colombia por el ultraje a su territorio en 2008.
Esa vez Colombia entró a territorio ecuatoriano para bombardear un campamento de las FARC. En la operación no solo fue ejecutado el Comandante Raúl Reyes sino también varios ecuatorianos.
En un viaje reciente a Bogotá, Guillermo Lasso cerró ese reclamo histórico con un perdón parecido a una traición a su patria.
Dijo que Colombia tuvo que hacer lo que hizo en “Defensa de su seguridad” y que estuvo “conforme a la figura del estado de necesidad”.
