Guerra simbólica | Por: Fernando Buen Abad

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Guerra simbólica | Por: Fernando Buen Abad

Es la lucha de clases que (también) se libra con valores, con ideas y con signos… en la cabeza y en los corazones. Es la pugna asimétrica de intereses que se confrontan históricamente por ganar el terreno de los imaginarios simbólicos donde se yerguen los principios, las ideas, los afectos… es uno de los escenarios de la batalla de las ideas (que también debemos ganar). Es una guerra añeja agudizada por la burguesía para tergiversar los valores sociales, para poner el mundo patas arriba, para hacer invisibles las cosas que realmente valen (como el trabajo) e imponernos como valiosas las mercancías y costumbres que la burguesía ha pergeñado para enriquecerse (aunque seamos nosotros quienes las producimos). Claro que es una guerra apuntalada también con misiles, cañones, metralla y golpizas, claro que es una guerra apuntalada con terrorismo financiero, chantaje inversionista y vampirismo bancario. Es preciso ganar la esta guerra y aniquilar todo sometimiento.

“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época.»

(C. Marx & F. Engels La Ideología Alemana, 1846).

En su versión actual es una guerra despiadada para coronar con alienación -e impunidad- el saqueo, la barbarie y la miseria. Sus armas estratégicas son -entre otras- las iglesias, el Estado, la educación y los mass media. Esta guerra simbólica despliega la violencia psicológica planificada contra los pueblos, el envilecimiento de la dignidad, la criminalización de las rebeldías, el estado de amenaza permanente y el amedrentamiento como religión… es el “trabajo sucio” del capitalismo, sus “golpes bajos”, para derrotarnos anímicamente. Es el despliegue más inaudito de canalladas sistemáticas para acomplejarnos y narcotizarnos… y, por si fuese poco, es una guerra para hacer invisibles las perores monstruosidades del capitalismo. ¿Falta incluir algo? Sí, mucho. No alcanzarán estas líneas.

Esta guerra es el secuestro de los juegos, del ludismo necesario, del sentido del humor, de las tradiciones colectivas y la identidad común. Es el secuestro de lo social en garras del individualismo, es la negación de la poesía revolucionaria y la imposición de la amargura. Es el reino de la fatiga, la moral de la extenuación, las privaciones y las carencias de quienes producen la riqueza concreta. Es la perversión de la ternura en garras de la sensiblería mocosa; es la imposición de la violencia mercantil, el padrotismo, la patenaería, el parasitismo en contra de la solidaridad, la conciencia de clase y la organización social transformadora. Esta guerra emplea cualquier cosa para la destrucción de cuanto es útil para liberar a la clase trabajadora. Es una guerra que no pedimos y no queremos… pero es una guerra que ganaremos y que nos dejará triunfantes y fortalecidos. Contamos con la mayoría de los seres humanos para eso y, tan pronto cunda la conciencia sobre la importancia de esta guerra, avanzaremos rapidísimo. Y esto no es optimismo trasnochado. “No cabe duda que ni duda cabe”.

Hemos sido infestados por los valores objetivos y subjetivos del capitalismo. Los símbolos que históricamente contribuyeron a dar sentido al tejido de las relaciones sociales, están hoy sometidos a la lógica simbólica del mercado burgués y a sus reglas de clase. Los símbolos de la burguesía buscan meterse en todos los rincones de la vida diaria, en tiempo y en el espacio, tratan de imponernos su visión y cosmovisión, su agenda y sus necesidades de clase para dejar su huella en todo lo que vemos, en la manera en que comprendemos la vida, los amores, los sueños… casi nada queda intacto.

La imposición simbólica burguesa trata de influir en nuestra comprensión del pasado, del presente y del futuro. Nos presenta un desafío central basado en oponerle una praxis metodológica armada de crítica, conciencia clara y capacidad de planeación con acciones directas. La guerra simbólica burguesa es un invento para la sumisión del imaginario colectivo, la cultura misma bajo la “razón” del hambre, de la explotación, de la humillación y de la muerte. Esta guerra simbólica burguesa busca, también, matar la memoria rebelde de los pueblos. Sus fechas y sus nombres, sus formas de ser, de actuar, de pensar y de creer en el pasado y en el presente. Cancelar a toda costa el destino revolucionario del mundo y degenerar el momento de ascenso que estamos construyendo. 

Están dispuestos a sostener esta guerra simbólica a cualquier precio porque, bajo la influencia del capitalismo, planean sumergir en una borrachera amnésica a mansalva la historia de las mejores luchas en el ascenso humano. Borrarán, a como dé lugar, cualquier pensamiento crítico. Barrerán con las ciencias en general y con las ciencias sociales en particular, arrasarán la organización de los trabajadores y aplastarán la movilización revolucionaria. Vaciarán de significado esa dialéctica del desarrollo simbólico que impulsa a los pueblos a resistir y a triunfar y querrán “re-semantizarla”, con valores mercantiles de clase. Hay que estar listos a los trabajadores sólo los salvarán los trabajadores.

 Algunas tácticas de la guerra simbólica burguesa:

  • Ellos quieren imponernos, para siempre, su proyecto de “felicidad” burguesa.
  • Ellos quieren imponernos sus parámetros de “calidad” en todo lo que vemos, tocamos, escuchamos, olemos y saboreamos…
  • Ellos quieren que reverenciemos a sus fetiches mercantiles y que no nos atrevamos a tocarlos ni con un pétalo de la conciencia de clase.
  • Ellos quieren disociarnos de nuestras fuerzas reales, es decir nuestras fuerzas revolucionarias.
  • Ellos quieren que nos veamos con sus ojos, es decir, como inferiores, atrasados, dóciles y rentables… las 24 horas del día. “Con buen currículo. Magnífica presencia y disponibilidad horaria”.
  • Ellos quieren convertir en “terrorista” toda expresión de la lucha de clases. O sea nuestras luchas.

Trece armas burguesas en la Guerra Ideológica a estas horas:

Trece. Y en general todo lo que sirva a que la burguesía fortalezca sus monopolios y su enriquecimiento, cada día más obsceno.

Hay que ver esta guerra y verla bien claro. “La historia del hombre, ha sido la historia de la lucha de clases”.

Esa guerra simbólica financiada por la burguesía tiene intenciones muy “negras”. Está dirigida, especialmente, a calumniar y satanizar a todo aquel que luchó, lucha y luchará para erradicar esta monstruosidad insaciable llamada capitalismo. Nadie se engañe. Es también la usurpación de todas las herramientas de producción simbólica para dirigirlas contra nosotros camufladas de mil maneras. Poseen ejércitos (incluso -claro- de la guerra convencional) movilizan a la población civil con armamento simbólico potente que golpea zonas afectivas y operan con violencia psicológica que destruye y domestica a las personas en los lugares más íntimos, mentales o emocionales, donde penetran los dispositivos simbólicos burgueses. Los daños son tan incalculables como el negocio que han hecho con esta barbaridad.

Esa guerra burguesa sostenida en el campo simbólico no desprecia recurso alguno usa, por ejemplo, armas cinematográficas, televisivas, radiofónicas… que apuntan contra toda la cartografía de la vida psíquica donde pretenden degenerar las nociones de realidad, con efectos concretos, para imponer “valores” contradictorios de clase disfrazados de “diversión”, “entretenimiento”, incluso “cultura” pero que en el fondo son matrices ideológicas para la cortesía con los jefes y adoración a los patrones y la entrega dócil de toda nuestra riqueza… son discursos para la celebración de un acto reverencial, desde lo intimista hacia una ideología de clase, que se infiltra a hurtadillas hasta adueñarse de todo el campo simbólico. Por medio de estas tácticas muchos obreros acaban adorando a los patrones. Y los defienden. ¿No es eso terrible?

No importa qué actividad de la vida haya que invadir, la guerra ocupación simbólica se infiltra en todo, esa es su misión suprema trátese de un bautizo, de un casamiento o de un funeral. Trátese de una cátedra, o de una charla de café… trátese de una entrevista de trabajo o de la hora de los orgasmos… el fin último -entre otros- es esconder la lucha de clases, esconder a los muertos que el capitalismo fabrica minuto a minuto, hacer invisible la miseria y la barbarie que causa la explotación de los trabajadores en todo el mundo. Es una guerra costosa y somos nosotros -paradoja horrenda- quienes terminamos pagándola. Eso también es parte de sus objetivos.

Es tarea de la guerra simbólica burguesa que nos acostumbremos a la mediocridad y a las limitaciones, que nos traguemos, sin chistar, todo tipo de insultos y humillaciones. Sobrevivir rendidos y agradecidos, incapaces de superar la provocación que implica ver a los patrones vivir con lujos y admitir (como responsabilidad nuestra) el bienestar de ellos. Respetar religiosamente la “propiedad privada”, la “sagrada familia” burguesa… todos y cada uno de los objetos y los valores que ellos admiran y salvaguardan, (Patria, Escuela y Religión) con su literatura, su dramaturgia, su pintura, sus museos, sus músicas, sus cantantes… y en fin todas las representaciones simbólicas que a ellos se les antoje convertir en negocio para que nosotros las compremos mansamente y convencidos de que son lo mejor que pudo habernos pasado. Esta guerra lucha palmo a palmo y sus estragos han sido planeados milimétricamente.

Esa guerra hace todo lo que está a su alcance por ganar, incluso, el territorio íntimo del humor y de la risa. Pervertirlos con bisutería farandulera y con ofertas degradantes que nos enseñan a estar peleados -porque sí- con toda actividad intelectual, especialmente la crítica. Y, donde se hace necesario, la guerra simbólica burguesa se dedica a sembrar tristeza lapidaria, melancolía sin sustento, como moda, como pose, como identidad de mercado circunstancia para vender novelas, películas, ropa y modos de vida rentables. Matan el sentido del humor y la risa inteligentes para reinar en un camposanto cotidiano de trabajadores decepcionados de todo. Por sistema. Así de perniciosas pueden ser sus matrices ideológicas sembradas en las cabezas de muchas personas desde la infancia.

Uno mira a diestra y siniestra la desorganización de muchos trabajadores, de sus mejores rebeldías, uno mira su atomización, su propia desconfianza en la fuerza de la clase trabajadora… eso es producto -también- de la guerra simbólica burguesa, de sus consecuencias alienantes. Uno ve a veces, a las mayorías, a los explotados, a los que tienen la fuerza nueva para el cambio nuevo, uno los mira a veces impotentes, desorientados, enemistados, desesperados por la miseria y por la violencia, por la injusticia y por el abandono. Una mira a los dueños verdaderos del poder social, a las clases trabajadoras, sometidas a las vejaciones y represiones más injustificadas y monstruosas… y muchas veces sin ofrecer defensa “sin meter las manos”… eso está planeado por los comandantes de la guerra ideológica, milímetro a milímetro. Esa es la conspiración alienante burguesa. Y nosotros, paradójica y patéticamente, la financiamos victimados por la extorsión capitalista. Es el colmo.

Muchos jóvenes andan por el mundo desconfiados, debiluchos y ensimismados, a nada le creen, miran todo podrido y todo irremediable. Los sepulta la desesperación y las sombras de la decadencia burguesa que operan en el in-consiste y en la conciencia. Ni se percatan de cómo los victima el sistema. Están intoxicados con odio y rabia y muchos son incapaces de identificar correctamente los estragos que la burguesía ha hecho en sus gustos, en sus personalidades, en sus amores y en sus sueños. Se laceran los cuerpos, se narcotizan, repiten el discurso de la violencia gratuita -como si fuese un arte y una salida verdaderas- y su nivel de desprecio generalizado inunda los horizontes hasta el punto de despreciarse a sí, a sus fuerzas creativas, a lo mejor de ellos mismos… es una calamidad dolorosísima, es uno de los estragos más canallas y demoledores de la guerra simbólica burguesa… hay jóvenes hundidos en la ignorancia que detestan la historia propia y la historia de la humanidad, pero que van tatuados con emblemática nazi-fascista y sin capacidad de crítica ante el horror. Para muchos nada pude mejorar y dan por perdida la guerra. Se equivocan y se dejan derrotar sin haber librado su mejor batalla. Y eso no sólo pasa a los jóvenes… si hiciéramos un estudio detallado de los alcances y profundidades depresivos originados por la guerra simbólica burguesa nos agarrarían escalofríos. Y fuertes.

También es estrago de la guerra simbólica burguesa quedarnos sin palabras. La guerra simbólica siembra la ignorancia de los vocabularios, cercena la expresión, la libertad de la expresión, inhabilita a sus enemigos de clase para que no seamos capaces de decir y escribir lo que pensamos y los que planeamos… nos condena al silencio en todas sus variedades, eso incluye torrentes de frases hechas, estereotipos expresivos, palabrería acartonada… y además, el drama de no saber manejar las herramientas y las técnicas de la expresión colectiva que es la comunicación social contemporánea. Es estrago de esta guerra simbólica dejarnos en la orfandad de medios para comunicarnos, su fetichización y la veneración que muchos prestan a la payasada farandulera. Es estrago de la guerra que todo esto pase impunemente y que muchos gobiernos colaboren contra los pueblos siendo ellos mismos lugartenientes voluntariosos de toda violencia ideológica… contra los obreros y los campesinos, los estudiantes y los trabajadores en general. A sabiendas de todo esto quedarnos quietos es volvernos suicidas o volvernos cómplices del enemigo. No más eso nos faltaba.

 “Hay que pensar en lo deseable y lo posible, hay que diferenciar entre lo que se puede soñar y lo que se puede realizar ahora, y lo que se puede realizar ahora y lo que podría realizarse dentro de 20 ó 30 años, a partir de las realidades del mundo actual”.

Fidel Castro

 La tarea de la clase trabajadora no es crear una nueva cultura dentro del capitalismo, que conviva pacíficamente con el capitalismo… la tarea es derrocar al capitalismo para crear una nueva cultura revolucionaria y permanente. Nuestra lucha guerrera contra la guerra simbólica burguesa debe ser una guerra revolucionaria hacia el socialismo. Guerra revolucionaria para aniquilar la alienación, para terminar con todo lo que frena al desarrollo individual y social de la humanidad. Quebrar el discurso burgués, no tragarse sus mentiras… terminar con al propiedad privada de las herramientas para la expresión (entre otras) y terminar con la producción capitalista del discurso alienante. Para eso bien vendría:

  1. Formar una gran Corriente Internacional de la Comunicación hacia el Socialismo. Impulsar un Programa de transición comunicacional y revolucionaria desde abajo.
  2. Impulsar un debate profundo y organizado en todos los frentes sobre la urgencia de expropiar las herramientas de comunicación hacia el cambio radical de las formas y los contenidos en búsqueda de lenguajes que eleven la conciencia, el debate y las fuerzas transformadoras.
  3. Expropiar la educación y capacitarnos dialéctica y permanentemente. Democratizar las imágenes y los imaginarios. No repetir las fórmulas y los modelos burgueses; aprovechar lo mejor existente e impulsarnos desde ahí, en cantidad y calidad. Fijar nuestras tareas de formación, investigación y experimentación.
  4. Cambiar la estética y emprender el desarrollo del pensamiento socialista, la conciencia sobre la lucha de clases, el compromiso de la Revolución permanente y sus expresiones en la vida diaria. Liberar su expresión revolucionaria. Liberar a la poesía revolucionaria.
  5. Avanzar hacia un Congreso Permanente y una agenda política de la Comunicación que ordene y potencie tareas comunes. Crear un Congreso permanente para la comunicación socialista nueva, sin trabas burocráticas, jurídicas y sectarias.
  6. Desmontar y superar décadas de violencia simbólica alienante.
  7. Fundar un Centro de Investigación y Experimentación hacia los lenguajes nuevos. Estimular en todas sus posibilidades creadoras la propaganda de la organización revolucionaria. La construcción del Partido que no hemos conocido. La propaganda como poética de la lucha capaz de narrar los mejores triunfos de la organización revolucionaria. La imaginación liberada como arma de la Revolución socialista
  8. Fundar un sistema internacional participativo para la medición cuantitativa y evaluación cualitativa. Comunicación socialista de calidad en forma y contenido medibles desde los movimientos sociales y sus asesores. Impulsar de inmediato en el desarrollo metodológico de la crítica dialéctica.
  9. Coincidir y organizarnos mejor que el enemigo de clase. Impulsar un Frente Único. Resolver tareas inmediatas de defensa simbólica. Ganar recursos y espacios. Democratización de todos los mass media. Acordemos una marcha de ideas revolucionarias y organizaciones unidas y aprendamos todos, desde abajo y para siempre, la dialéctica de la comunicación que los trabajadores impulsan en su ascenso simbólico revolucionario.
  10. Un programa Político de Comunicación hacia el Socialismo que sepa diagnosticar y pronosticar, que se ayude con lo mejor de la ciencia y los mejores científicos militantes, que se ayude con los técnicos y que se ayude desde las prácticas directas creadoras, día a día, de experiencias magníficas… radios, televisoras, cinematográficas, editoriales… organicémonos como una fuerza que, tarde o temprano, será una sola en todo el mundo. No impongamos nuestras recetas, no dependamos de “las recetas”. Aprendamos de las lecciones concretas de los pueblos, aprendamos desde abajo cómo se construye y se organiza una Revolución… aprendamos de lo mejor y ofrezcamos lo mejor que tengamos. No dictemos verdades de sabio o de burócrata… mejor ampliemos el diagnóstico, el debate, el pronóstico y la lucha contra la alienación.

Hay que luchar por el desarrollo político y cultural máximo de la clase trabajadora, impulsado permanentemente por la clase trabajadora misma, con todos sus recursos y ayudas mejores. Aprovecharse críticamente de todo lo mejor y avanzar desde ahí. Incluso, claro, con un partido que desde abajo sea capaz de entender su lugar en esta Guerra simbólica con fuerzas objetivas.

“…para llevar adelante la cosa misma, es necesaria una transformación en masa de los hombres, que solo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y que, por consiguiente, la revolución no es solo necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases”.

La ideología alemana, Marx y Engels.

FERNANDO BUEN ABAD

@fernandobuenabad

Publicado en rebelion.org y cubadebate.cu

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