El pasado 10 de octubre Corea del Norte celebró el 75 aniversario del Partido Gobernante; y lo hizo con un desfile militar que pareció la escena increíble de un mundo que no ha tocado la pandemia.
Pero además de la osadía de hacer un acto indiferente al uso de mascarilla y el distanciamiento físico; la jornada fue particularmente estelar con la presentación oficial de la última gran arma de la tecnología militar de Pionyang.
Durante el desfile paseó para las cámaras un enorme misil balístico que ya los sabios de la industria armamentista han distinguido como “el misil de combustible líquido móvil de carretera más grande del mundo”.
Disuasión desestabilizadora
Este gesto puro y duro de disuasión norcoreana ya es visto como una maniobra “muy desestabilizadora” con la que el país comunista le dice a EE.UU. que tiene la capacidad de vulnerar su sistema de defensa antimisiles.
Para Jeffrey Lewis, académico del Instituto Middlebury de estudios Internacionales en Monterey (EE.UU.) el proyectil norcoreano estaría destinado para transportar varias ojivas nucleares, lo que supone una gran dificultad para cualquier sistema de defensa antimisiles.
Si bien el misil no ha sido probado; Lewis advierte que “no es necesario que sea 100% confiable para representar una gran amenaza que podría cambiar los cálculos de EE.UU”.
Culpa de Trump
De acuerdo a los expertos en materia de defensa, el nuevo proyectil norcoreano sería 2 o 3 metros más largos que su predecesor el Hwasong-15; y según ya sería el misil de mayor alcance de toda la panoplia miliar que Pionyang destinada para su defensa.
Los analistas militares estadounidenses consultados por medios internacionales han concluido que mucho de ese misil es producto de la intransigencia de Trump por no retomar las conversaciones nucleares con el gobierno de Kim Jong-un.
La amenaza constante sobre Corea del Norte ha servido para apurar el ingenio bélico de ese país; acostumbrado a vivir permanentemente bajo la amenaza de ser arrasado por Washington.