Golpes no tan blandos y el viejo recurso del apagón | Por: Ricardo Salgado

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En estos días entramos en Honduras en una nueva fase de la construcción de la intentona de la derecha por provocar una revolución de colores. Esta vez la cuestión parece más organizada: generadores de energía que apagan sus generadores, apagones constantes, gente que se enfurece y sale a protestar en diversos puntos del país, e incluso llegan al máximo frenesí llenando de balazos algunos transformadores de energía eléctrica.

Ante la denuncia de sabotaje empresarial hecha por el Gobierno progresista, y mientras la presidenta completaba una exitosa gira por la República Popular China, la derecha fascistoide hondureña argumenta que el presidente Nicolás Maduro también había denunciado boicot energético en 2019. Esto, tratando de decir que tanto en Venezuela como en Honduras esto es un ardid de la izquierda. No circula mucho por los medios hondureños el video en el que Donald Trump confiesa con lujo de cinismo que en su gestión llevó a la República Bolivariana al borde del colapso con la intención de robar todo su petróleo.

Quizá sin proponérselo, la derecha hondureña está sufriendo una radicalización hacia el fascismo, dirigida ideológicamente desde la gusanera de Miami, e impulsada por una élite que controla todo, incluida la generación de energía, con el agravante de que no paga impuestos de ninguna índole. Si el capitalismo es solo una burda trama teórica que da vida a un saqueo sistemático, lo de Honduras patentiza la terrible realidad de que los ricos solo pueden acumular si roban a los que menos tienen, esto es ganar mucho dinero sin pagar nada, mientras la sociedad subsiste con los impuestos de las mayorías.

De hecho, las compañías generadoras que están provocando el “apagón” pertenecen a cuatro familias, que se dedicaron a especular y enriquecerse a costa de hacer jugosos negocios con el Estado. Desde el primer gran desfalco en los años 80, y desde el primer gran apagón provocado en 1994 para obligar la privatización de la empresa nacional de electricidad, estas familias gozaron de amplias exenciones para poder cumplir con la tarea monetarista de dejar todo en manos de la empresa privada, fortalecer el capital financiero especulativo, sin invertir en el desarrollo del país.

Misteriosamente, estas empresas dejan de generar, arguyendo que deben dar mantenimiento a sus máquinas, justo cuando se alcanzan las demandas pico en el país, en medio de una sequía sin precedentes. En Honduras, estas empresas compran el combustible sin pago de impuestos, y sus operaciones indirectas se ven favorecidas por el subsidio al combustible que está vigente desde que la presidenta Xiomara Castro asumió la dirección del país en 2022.

En un breve resumen: son cuatro familias, que no pagan impuestos, que se benefician de subsidios, y que se encuentran en la cúspide de las 25 familias que concentran más del 80 por ciento de toda la riqueza del país. Estas familias concentran en sus manos más del 90 por ciento de los medios de comunicación, que, como es fácil suponer, no pararon ni un solo día su ataque incesante contra el Gobierno de la presidenta Castro, al que no le perdonan su determinación soberana y su independencia.

La crisis energética se produce en el mismo momento en que Honduras recibe una atención diferenciada del gigante asiático, que ofrece un modelo distinto de relacionarse con un país pobre, atrasado, altamente endeudado, por el que ninguno de los miembros de su clase dominante está dispuesto a ceder en nada. Crear violencia para la derecha no es complicado, tienen manuales al respecto, y lo primero se traduce en una virulenta incontinencia verbal, compitiendo por quién lanza el insulto más grave a la Presidenta y sus funcionarios.

Ahora ya hay señales de que buscan crear focos de intranquilidad, utilizando gente humilde que no repara en el hecho de que son estos empresarios los responsables del problema y que, además, son tan voraces que venden la energía eléctrica más cara del continente. Mientras en Guatemala, por ejemplo, se encuentran precios de hasta $ 0.04 por kw/h, en Honduras los precios llegan muchas veces hasta los $ 0.26 por kw/h.

Además, es importante señalar que muchos de los contratos leoninos otorgados a estas empresas se adjudicaron a finales de 2021, justo después de que la dictadura había ya perdido las elecciones. La narrativa de la derecha apunta a relativizar la naturaleza de clase detrás de este fenómeno de saqueo y extorsión en contra del Gobierno de izquierda, que no es otra cosa que una agresión directa contra el mismo pueblo, al que pretenden mandar a incendiar el país.

Es común escuchar a voceros políticos, con vínculos seguros con el narcotráfico, el crimen organizado, la trata de personas y muchos crímenes más, aparecer en la televisión hablando del Foro de Sao Paulo como si se tratara de una secta diabólica, con un plan desquiciado de dominación mundial. Esos políticos se agrupan en diferentes partidos de oposición, todos de derecha, pero con poca formación política, es decir, personajes favorables para repetir los guiones de Miami, sin tener siquiera que saber de qué hablan. En esto, se parecen mucho todas las derechas latinoamericanas.

En Honduras, estos grupos no han renunciado a la idea de un golpe de Estado, pero ya no se prevé que traten de hacerlo tan “blando”. Es más posible que traten de repetir la experiencia de las guarimbas o la intentona de golpe de Estado en Nicaragua en 2018. La cuestión es que los pasos que da el Gobierno bajo la dirección de la presidenta Castro se aproximan cada vez más a resolver muchos problemas de la sociedad y este puede ser un factor que dé al traste con las intenciones de la oligarquía esquizofrénica hondureña. De ahí que aumenten las prisas y las angustias fascistas.

Es posible que ellos estimaran una debacle del Gobierno a mediados del año anterior, solo por la inercia de todas las trampas que dejaron montadas a nivel del manejo estatal. Un ejemplo de ello son los más de 200 fideicomisos que habían vaciado la caja única del Estado, y que básicamente hacían imposible disponer de los recursos para hacer frente a los problemas sociales más inmediatos. Hoy, la combinación de factores los arrastra a quitarse todas las máscaras, oponiéndose a todo atisbo de desarrollo potencial. El tiempo juega contra ellos, por eso han depositado muchas esperanzas en que la crisis energética les ajuste para tener su primavera catracha.

 

RICARDO SALGADO


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