Me causa curiosidad, como desde un tiempo para acá en medio de todos estos años de reconocimiento y sensibilidad sobre la valía de la salud mental, de la procura del autocuidado y de la comprensión de sus efectos colectivos, aún pueda sentirse como una palabra de cuidado y rechazo la “incertidumbre”, al nivel de sentir que está casi satanizada cuando si hay algo que reviste de certeza es que siempre habitaremos en ella, en la incertidumbre.
En este año que inicia con la gran victoria de la paz por parte de nuestro pueblo, en el que más de la mitad de la población mundial acude a las urnas electorales y que nosotros particularmente como país soberano haremos lo propio, asumir que el reto de enfrentar la incertidumbre es y será una constante, viene alineado a la consolidación de nuestra visión integradora y amorosa entre el pueblo que somos y la procura de nuestra salud mental.
La incertidumbre es una constante en la política. Sin embargo, no es una fatalidad. Al adoptar un enfoque proactivo y colaborativo, las y los líderes políticos y las sociedades en general pueden navegar en este mar de dudas y construir un futuro más seguro y próspero. Los estoicos argumentan que muchas de nuestras ansiedades surgen de intentar controlar lo incontrolable. Nos preocupamos por el futuro, por la opinión de los demás, por la economía, por la salud, por la política… una lista interminable de factores externos que escapan a nuestro dominio directo. Al enfocarnos en estas áreas nos predisponemos al estrés y la frustración, principales vías de la carretera de ese veneno personal que nos desgasta cada vez más poderosamente como lo es el cortisol y la búsqueda de la gratificación inmediata.
Es entonces un poderoso ejercicio para la convivencia con la incertidumbre, aprender a construir desde el nos, nosotras y nosotros, pues visto así trascendemos de la circunstancia personal al horizonte colectivo, el abrazo colectivo, la mirada entre conjugada desde la visión que nos saca del individualismo y que asume un papel determinante en los sentimientos de compromiso y acción política legítima que rompe con todo aquello que podría mantenernos en estado de supervivencia y más bien hacernos construir desde la serenidad y la pertenencia de un proyecto que más que de país, de patria compartida y justa, es un proyecto de nueva humanidad.
Por eso mi invitación es en estos días, asumir la bandera de la convicción y del abrazo común para iniciar desde la serenidad los tiempos por venir.
Nosotras y nosotros seguiremos venciendo, ¡palabra de mujer!
Carolys Helena Pérez González