Durante la presente crisis, los países desarrollados han disparado su deuda pública hasta alcanzar un nuevo récord histórico en tiempos de paz. Buena muestra de ello es la grave crisis de deuda soberana que ha estallado en el seno de la zona euro y que; por el momento, se ha saldado con el rescate internacional de cuatro estados miembros (Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre). La asistencia financiera a España y un inédito programa especial para comprar bonos periféricos por parte del Banco Central Europeo (BCE); del que también se ha beneficiado Italia, entre otras medidas excepcionales.
La deuda de la zona euro supera ya el 92% del PIB, y especialmente alarmante es la situación de Grecia (160%), Italia (130%), Portugal (127%); Irlanda (125%) y Bélgica (105%). De hecho, España no se queda muy atrás, con un 92,2% del PIB, el mayor nivel registrado en el último siglo; y que amenaza con rondar el 100% el próximo año. No es la primera vez que la deuda estatal alcanza volúmenes semejantes, ni mucho menos; pero tal crecimiento es excepcional en tiempos de paz. La cuestión que se plantean ahora analistas y gobernantes es cómo revertir tal dinámica.
Lo lógico y, sin duda, más saludable es que el estado en cuestión empiece a generar superávit fiscal primario (descontando el pago de intereses) año a año para, de este modo, no sólo frenar el aumento de la deuda sino reducir su tamaño destinando esos excedentes presupuestarios a amortizar bonos. El problema es que ello implica mantener en el tiempo una drástica senda de ajustes, sobre todo mediante recortes de gasto público, que no suelen tener muy buena acogida en los países afectados, tal y como está demostrando la actual crisis del euro.
Las vías para reducir deuda
La historia de las crisis soberanas demuestra que los políticos no son muy dados a aplicar estrictos programas de austeridad pública. De ahí, precisamente, que este tipo de fenómenos se haya resuelto habitualmente acudiendo a otro tipo de mecanismos extraordinarios:
- Inflación: muchos países acuden a esta vía para impagar parte de la deuda contraída. Devaluar la moneda suele ser el recurso fácil como, por ejemplo, ha sucedido recientemente en Islandia. Aunque también existen experimentos más radicales, como el acontecido en Alemania y Austria en los años 20, mediante la impresión masiva de billetes y una histórica hiperinflación.
- Default: suspender pagos es otra de las vías escogida por multitud de gobiernos. Impagar mediante una quita y/o espera ha sucedido recientemente en Grecia y, de hecho, no se descarta que vuelva a acontecer.
- Impuestos especiales: otro de los mecanismos recurrentes, aunque menos conocido, consiste en la aplicación de un impuesto especial sobre el patrimonio de los hogares, que se paga de una vez. Es decir, una especie de quita sobre el capital o riqueza de las familias para conseguir ingresos extra con el fin de amortizar y, por tanto, reducir deuda pública.
Un nuevo «impuesto sobre el capital»
Ésta es, precisamente, la idea que recoge el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su último informe sobre Vigilancia Fiscal (Fiscal Monitor), publicado el pasado miércoles. Más allá de ampliar las bases fiscales y elevar la tributación indirecta para aumentar la recaudación con el objetivo de ir reduciendo progresivamente el déficit, el organismo reconoce que reducir los actuales niveles de deuda pública que presentan varios países, sobre todo europeos, será una tarea ardua y compleja que llevará tiempo y no estará exenta de sacrificios.