Hace un año el pueblo boliviano resistía una nueva arremetida fascista. Pero en aquella oportunidad, las fuerzas antidemocráticas sí lograrían el objetivo, tantas veces buscado, de derrocar al histórico líder indígena, Evo Morales.
A lo largo de su mandato, Evo enfrentó permanentes conspiraciones y movimientos separatistas. Grupos de poder económico envenenados por el odio y el fanatismo religioso, nunca soportaron la idea de un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Y el zarpazo final vendría hace un año, en una componenda del Poder Legislativo, avalada por los cuerpos de seguridad. Evo se vería forzado a dimitir para que asumiera una total desconocida de la política como Jeanine Áñez.
El pueblo boliviano encajó ese duro golpe. Descendió al abismo empujado por la estulticia, pero en corto tiempo retomó la cima. El camino está lejos de estar completamente despejado, nubarrones de autoritarismo ensombrecen el horizonte. Pero este pueblo da una gran lección: pueden sacar del camino, momentáneamente, a un individuo. Lo que no pueden es erradicar del imaginario colectivo un clamor de justicia y dignidad. Sólo queda esperar que en el seno del Movimiento Al Socialismo (MAS) boliviano, no surjan nuevos Judas. La herida de Ecuador aún hace sangrar a la Patria Grande.
Un barco a la deriva
El pueblo boliviano aprovechó una rendija del sistema democrático, para recuperar el poder. En las antípodas el pueblo norteamericano cada vez se hunde más en el abismo en que lo mantiene una élite inmoral, irresponsable e incapaz.
Al presidente norteamericano, Donald Trump, el tema de la emergencia sanitaria, provocada por la covid-19, se le ha salido completamente de las manos. Más de 8 millones de contagios y más de 200 mil fallecidos son pruebas irrebatibles de su estruendoso fracaso.
Pero lo más grave es que lo peor aún está por venir. Se espera que en los próximos días la cifra de contagios diarios ascienda significativamente a más de 75 mil casos. La respuesta oficial de Trump ha sido llamar «idiotas» a los expertos. Su gobierno avanza como un barco a al deriva, derecho al abismo. Si realmente se lo permiten, el pueblo norteamericano debería castigar con su votación este desastre y subir a la cima. Sin embargo, no hay certezas de que los comicios presidenciales del próximo 3 de noviembre se desarrollarán de manera limpia y completamente democrática.
Venezuela renace
Por su parte, el pueblo venezolano cuenta los días, para poner fin a una pesadilla de 5 años. La Asamblea Nacional que ganó la oposición en los últimos comicios legislativos, ha sido la experiencia más nefasta de la historia reciente del país.
Los diputados en desacato se han asociado para delinquir, negociando la patria y la soberanía al mejor postor. Nunca una clase política había llegado tan lejos, pretendiendo lanzar al país a un abismo indefinido. Despojo de bienes, estrangulamiento financiero, persecución de alimentos, medicamentos y combustible para rendir al pueblo por hambre, han sido una constante.
Son los Guaidó, los Borges y los Ramos Allup, expresión del más rastrero malinchismo. piden «sanciones» para el pueblo y viven como reyes dentro o fuera del país. Es una clase política impresentable. Pero al igual que en Bolivia, este 6 de diciembre el pueblo venezolano tendrá su oportunidad histórica de barrerlos. Las oligarquías quieren lanzarnos al abismo, pero los pueblos latinoamericanos seguimos dando lecciones de dignidad. Juntos retomaremos la cima del poder legislativo, para ponerlo al servicio del desarrollo nacional. Venezuela renace pese al bloqueo criminal.