Luego que el presidente Nicolás Maduro respondiera a uno de los aspirantes a las elecciones primarias, como uno de los fantasmas, el «más allá» se alborotó y los espectros en pena comenzaron a hacer bulla con sus cadenas y quejidos de siempre.
Llorona
Una que no para de llorar desde que apareció con sus firmas planas y con un discurso de camisa de cuello blanco y perlas, es María Corina Machado. Su apellido de abolengo y jaiclas, de esas que se limpian la boca si besan obligado un cachete de pueblo sudado, no le ha servido sino para ir a mostrarle las rodillas a Bush. También una mano que jamás ha fregado un plato, hace fuerte su puño que no ha levantado por los intereses de otros más que las ambiciones malcriadas de una señora de más de 50.
Llora para que hagan elecciones, llora para que le cambien el CNE, llora para que los de afuera voten, llora para que se cuenten papelito por papelito los votos. Llora por una intervención que arrase con todo lo que le hieda a izquierda, porque de chiquita la asustaban con el fantasma del comunismo que recorrió por Europa. Pero no ha soltado una lagrimita por los niños que han muerto por no poder recibir tratamientos médicos por culpa del bloqueo. Cual la propia Llorona, Maricori anda con lo que le queda del alma y personifica a aquella mujer que busca a sus niños; pero en vez de sus hijos busca un chance para sentarse en la silla de Miraflores, desde hace más de dos décadas.
Beetlejuice
Otro que cual Beetlejuice que si lo nombras 3 veces aparece, es Leopoldo López. Se recuerda a este personaje como un exorcista de los vivos. Sacando lo peor de quien decide caminar a su lado, pidiendo sanciones en una gira patrocinada por ONGs y la derecha rancia de Venezuela. Como ese papel que alguna vez encarnó el actor Michael Keaton, Leopoldo ayuda a los otros fantasmas a expulsar a las personas de los hogares y de cualquier otro lugar en el que se encuentren, tal cual logró con su petición de sanciones e intervenciones para el país.
Su participación fracasada con complejo de G.I. Joe en La Carlota, junto a otro payaso como Guaidó, lo dejó fuera de la jugada política y fuera de Venezuela. Viviendo en los barrios más lujosos de España y siendo invitado para mentir sobre una realidad que no conoce ni padece desde hace años.
Jinete sin cabeza
Y hablando de Guaidó, representa perfectamente al conocido Jinete sin cabeza, porque evidentemente no tiene, cabeza. Según la historia del escritor Washington Irving, era un soldado del pueblo Sleepy Hollow que fue decapitado por una bola de cañón durante una batalla. Se cree que, cada noche, se levanta de la tumba, furioso, en busca de su cabeza. A diferencia de este jinete, Guaidó no estuvo en ninguna batalla, y aún así lo perdió todo, quedando solo en el olvido, ya que sus luchas estuvieron signadas por un apoyo que desapareció, al igual que la cabeza aquella. Del ridículo no se vuelve, con o sin cabeza.
Samara
La macabra estampa de Samara estaría emparentada con la de Delsa Solórzano, que muy a pesar de las enseñanzas de su padre, decidió adentrarse en las tinieblas. Este personaje pertenece a la saga El Aro que está inspirada en Ringu, una película japonesa. En la versión original el espectro se llama Sadako Yamamura. Llena de un rostro con modificaciones quirúrgicas que espanta a cualquiera, no dice nada con su discurso. Peor, cuando dice algo, sale con ideas como la de los barriles de petróleo.
Dentro de la oposición venezolana, los espectros, vampiros y muertos en vida abundan, van arrastrando sus cadenas, llantos y lamentos por la vía y siguen espantando a sus seguidores de la participación. No hay propuestas nuevas de estos fantasmas ya que siguen reciclando discursos y algunas ideas que están signadas al fracaso, se empeñan en subestimar a un pueblo que apostó por la vida y al amor para llenar de esperanza el futuro de una nación. Y por si acaso, ¡Fuera, Satanás!