En medio de una escalada de tensiones militares en Medio Oriente, la administración del presidente estadounidense, Donald Trump, prepara una maniobra diplomática de alto riesgo. Fuentes oficiales de EE.UU. y Europa revelaron que Washington presentará a Irán una oferta de «última oportunidad», una propuesta que combina un incentivo limitado con una contundente amenaza implícita de mayores hostilidades si Teherán la rechaza. La iniciativa busca forzar una decisión definitiva sobre el futuro del programa nuclear iraní.
Según informes del diario The Jerusalem Post, que cita a funcionarios al tanto del asunto, esta nueva propuesta podría contener condiciones ligeramente mejores que una oferta anterior presentada por la Administración Trump hace aproximadamente una semana y media. No obstante, el núcleo de la exigencia estadounidense permanece inalterable: Washington demanda que la República Islámica abandone por completo y de forma verificable todo el enriquecimiento de uranio en su territorio. Este punto ha sido históricamente la principal barrera en cualquier negociación.
Mientras tanto, en un intento por desactivar la crisis y encontrar una salida diplomática, Irán ha iniciado sus propias gestiones. Teherán solicitó formalmente a los gobiernos de Omán y Catar que actúen como mediadores en potenciales conversaciones con la Administración Trump. El objetivo iraní es claro: detener los ataques israelíes, que han aumentado la tensión regional, y reanudar un diálogo constructivo. De igual modo, y en una señal de la gravedad de la situación, Arabia Saudita también impulsa un alto el fuego a través de un canal de comunicación separado, buscando evitar un conflicto a gran escala.
Una propuesta bajo presión militar
Sin embargo, el principal obstáculo para cualquier acuerdo reside en la naturaleza de la demanda estadounidense. Para la República Islámica, el derecho a enriquecer uranio constituye un pilar de su soberanía nacional y su desarrollo tecnológico, un punto que consideran no negociable. Por el contrario, para Estados Unidos y sus aliados como Israel, cualquier nivel de enriquecimiento iraní, por bajo que sea, representa un riesgo inaceptable de proliferación nuclear y una potencial vía hacia la obtención de un arma atómica.
En consecuencia, la propuesta de «última oportunidad» adquiere un carácter coercitivo. La oferta no llega en un vacío, sino después de recientes ataques militares contra territorio iraní, los cuales el propio presidente Trump celebró públicamente. La disyuntiva que Washington le plantea a Teherán es clara: aceptar sus términos maximalistas y desmantelar la parte más sensible de su programa nuclear, o enfrentar la posibilidad de una campaña militar sostenida y aún más destructiva. La oferta es, en esencia, la última puerta diplomática antes de una posible escalada bélica.
En definitiva, el mundo observa con atención este delicado ajedrez geopolítico. El éxito o el fracaso de esta iniciativa dependerá de si Irán cede en un punto fundamental de su doctrina nacional o si Estados Unidos muestra alguna flexibilidad en su postura. Por ahora, Teherán debe sopesar sus opciones bajo el peso de esta amenaza final.