¿Quién y cuándo nos ensenó que calladitas nos vemos más bonitas? ¿En qué momento de nuestra historia decidimos asumir que nuestro principal rol en la sociedad era dedicarnos al ámbito privado de nuestros hogares para garantizar no solo el bienestar de nuestros afectos familiares sino también las labores de cuidado? ¿Por qué insisten en mantenernos lejos de los grandes escenarios políticos y en el debate público de las injusticias?.
Sabemos que a nadie le gusta que le señalen aquellos aspectos feos o desagradables de sí mismo o de la vida que lleva pero ¿cómo ser “políticamente correcta” frente a un genocidio como el que ocurre en Palestina? ¿cómo detenernos a esperar que los “organismos multilaterales” frenen mediante resoluciones el asesinato de niñas y niños que nos duelen en el útero a todas las madres del mundo? Se lanzan al mar tres mujeres jóvenes y valientes junto a 9 personas más y el “macho” genocida las detiene con su ejército para apagar su voz. ¿Cómo quedarse inerte al ver el video de una niña esposada y siendo revisada por un policía gringo? ¿cómo se le explica a esa nena que su delito es su nacionalidad, su identidad? El pueblo se lanza a las calles a protestar y el “macho” que gobierna ese país lanza a una mujer para que arremeta contra otra mujer, acusándola de ser quien instiga a los protestantes; jamás reconociendo su error. ¿Cómo quedarse inmóvil al ver que se desmonta la institucionalidad creada durante décadas para proteger al pueblo argentino? Se lanza una mujer -que fue presidenta- como candidata por una provincia y el “macho” convertido ahora en sistema judicial se mueve con absoluta e inédita celeridad para sentenciarla y desde allí garantizar que más nunca sea candidata. Así de incómodas somos para ese sistema que insiste en gobernar el mundo y definir el rol de cada quien, en la sociedad, de manera tal que nadie se “salga del carril”, especialmente si es mujer y vaya a dar un “mal ejemplo” que altere el frágil equilibrio sobre el cual se perpetúa la explotación, la opresión, la desigualdad y la injusticia en todo el mundo.
Dice Marcela Lagarde que “lo contrario de la violencia no es la pasividad, es el gozo compartido de la libertad” y al ver y revolverme de indignación por lo que ocurre con estas mujeres en otras partes del mundo, es inevitable que voltee a ver mi realidad, nuestra realidad. Esa que venimos construyendo entre todas y todos en la República Bolivariana de Venezuela, que no es perfecta, dista de serlo pero en la que el poder ejercido desde la máxima instancia de mando de nuestro país como lo es la Presidencia de la República, acompaña a cada una de las cinco mujeres electas gobernadoras (primera vez en nuestra historia por cierto) y desde ese espaldarazo real, invita a otras mujeres a insistir en la lucha por la igualdad y por la ocupación de mayor cantidad de cargos de elección popular. Donde resultamos electas a la Asamblea Nacional más de un centenar de mujeres desde las fuerzas del Gran Polo Patriótico y contrasta con la nula presencia de mujeres en centenar de mujeres desde las fuerzas del Gran Polo Patriótico y contrasta con la nula presencia de mujeres en las curules que ocupará la oposición. Solo por colocar dos ejemplos del maravilloso momento político que atravesamos como pueblo mujer en Venezuela frente a la realidad nefasta que se impone en otras latitudes, por ello, quedarnos a un lado del camino o voltear la cara hacia otra parte no es opción. Somos protagonistas de los nuevos tiempos, constructoras de esa realidad que inevitablemente se impondrá con el esfuerzo colectivo de todas y todos quienes creemos en una Revolución concreta y cotidiana, esa que nos invitó a cambiar la búsqueda de un príncipe azul por el “otro mundo posible”, es ya, es ahora y nos corresponde asumir nuestro rol.
¡Venceremos!
¡Palabra de Mujer!
