El síndrome de Estocolmo es un fenómeno psicológico que se caracteriza por la extraña conexión que se desarrolla entre un rehén y su captor. El termino fue acuñado en 1973 tras un intento de robo a un banco en Estocolmo, Suecia, por parte de Jan-Erik Olsson. Este y su cómplice, durante seis días, mantuvieron a cuatro empleados retenidos. Inexplicablemente, al ser liberados, los rehenes no mostraron resentimiento alguno hacia sus captores, por el contrario, expresaron simpatía e incluso defendieron sus acciones.
Las manifestaciones del síndrome de Estocolmo se expresan mediante un vínculo paradójico del rehén con el captor, sintiendo afecto y gratitud, a pesar de ser este la causa de su sufrimiento. Incluso, el rehén minimiza y justifica la gravedad de sus actos, negando la experiencia traumática vivida, bloqueando recuerdos dolorosos y emociones negativas. Este síndrome se produce como resultado de un complejo proceso de manipulación y control por parte del agresor.
Partiendo de lo expuesto, y considerando el escenario electoral, pareciese que un sector minoritario de la población pudiese estar siendo víctima de este síndrome, al verse identificado con la candidatura presidencial agresora y promotora de la intervención militar y el establecimiento de “sanciones económicas” que han afectado su calidad de vida; incluso, evitaron la entrada de las vacunas contra el Covid19. También, impulsaron la confiscación al pueblo venezolano de 30 toneladas de oro custodiadas por el Banco de Inglaterra y, de la empresa Citgo, robándose, en primer término, los dividendos que genera y en segundo lugar, su entrega al gobierno de EE.UU. para un proceso de remate.
Este extraño vínculo con el agresor que propicio, entre otras situaciones, guarimbas durante los años 2014 y 2017 que sesgaron la vida a venezolanos inocentes, asimismo la quema de Orlando Figuera; un proceso inflacionario -ya controlado por el ejecutivo nacional-; el fomento y a su vez, la satanización de la migración de coterráneos; se logra con el apoyo de una operación mediática multidimensional, dirigida desde las grandes transnacionales de la comunicación, para construir una condición disociada de la realidad, donde al agresor, intentan convertirlo en una especie de salvador, aun cuando, este ha sido el propiciador de la situación económica y social que los ha agobiado en los últimos años.
Superar el síndrome de Estocolmo requiere de un proceso terapéutico especializado; por ahora, concentrémonos en la movilización de las fuerzas chavistas este próximo domingo para certificar el triunfo de la verdad y de la paz. Este 28 de julio, decidiremos entre la tranquilidad y la violencia, entre la soberanía y la sumisión y, entre el amor y el odio. Los buenos sentimientos y principios, son las premisas fundamentales de los revolucionarios que garantizaremos la victoria del presidente Nicolas Maduro, protector del pueblo venezolano ante los ataques inclementemente del gobierno de EE.UU. en conjunción con su candidatura presidencial interna, propulsora de las Medidas Coercitivas Unilaterales o “sanciones”. #NosotrosVenceremos
@RamonLoboMoreno