La banca desempeña un importante rol en la economía nacional. Estas instituciones fungen como intermediadores financieros, lo cual les permite manipular cuantiosas sumas de dinero. Buena parte de la teoría económica dominante nos plantea que los hacedores de la política, de forma «desinteresada y objetiva», definen el rol del sector bancario en la instrumentación de la estrategia económica con el objeto de garantizar el apalancamiento de pequeños, medianos y grandes emprendimientos productivos.
Sin embargo, resulta oportuno centrar la mirada en la realidad económica mundial de los últimos cincuenta años para constatar la vigencia de los planteamientos esbozados por Lenin en el año 1916, en su obra “Imperialismo fase superior del capitalismo”, en la cual describió con mucha precisión -para el nivel de desarrollo de la época- el entramado de relaciones entre la banca y el capital industrial, dando origen al capital financiero como una poderosa fuerza que introduce y motoriza cambios significativos en el desarrollo de la producción con una marcada tendencia a la conformación de grandes monopolios -droguerías, telecomunicaciones, transporte, alimentos, entre otras- que controlarían el mercado mundial.
Bajo los preceptos del libre mercado -en crisis- el dinero que manipula el sector bancario como resultado de la intermediación financiera es empleado según el criterio de los actores que detentan el control del sector. En virtud de ello, existe un conflicto de intereses entre el bienestar económico de un país versus el enriquecimiento desproporcionado de una pequeña elite. Que por cierto se vale de nexos e intereses comunes para hacer uso de los recursos financieros disponibles.
En una economía como la nuestra todos los actores involucrados debemos hilvanar, con precisión quirúrgica, una estrategia integral en materia económica que nos permita garantizar de forma eficiente el uso de todos los recursos disponibles -públicos y privados- en función de estimular y apalancar la producción nacional. Sobre todo, no podemos perder de vista que estamos sorteando un feroz bloqueo comercial y financiero, que entorpece y agrava los problemas económicos en medio de una pandemia mundial.
Así las cosas, la adversa dinámica de crisis económica, bloqueo imperialista y pandemia mundial nos exige planificar y, sobre todo, instrumentar seguimiento y control a las metas previstas con el objeto de aplicar los correctivos a que diera lugar. Ello reconociendo que ninguna política es perfecta y son susceptibles de modificaciones, en función de alcanzar la estabilidad y crecimiento económico. Este último debe concebirse como un elemento importante para garantizar una mayor calidad de vida para nuestro pueblo.