Para las audiencias en el exterior es increíble que un país asediado perseguido por los centros imperiales y expuesto a una larga historia de infamias, bulos o “fake news”, se interese obstinadamente en la lectura. Ese país centro de la construcción engañosa de la mediática internacional persiste democratizar el acceso a los mundos posibles y a la memoria aleccionadora a través de los libros. Esa nación se llama Venezuela.
Ante el programa sostenido por la Industria cultural, hoy devenida en las efímeras y falsarias redes sociales, la República Bolivariana de Venezuela es capaz de mantener en las circunstancias más adversas, un programa de promoción, publicación y distribución del libro.
Desde el año 2004 se viene celebrando en nuestro país la Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven). La primera Filven se llevó a cabo a escasos meses de la serie de hecho que mantuvieron al país en peligro: golpe de estado, sabotaje a la industria petrolera, escasez de alimentos, guarimbas, incertidumbre, zozobra y el peso de la amenaza de intervención, que no cesa.
De la mano del Comandante Chávez y del presidente Nicolás Maduro, Venezuela ha sabido poner la mirada más allá de los hechos coyunturales y proyectarnos hacia las utopías que se construyen en lo difícil, como toda utopía.
En 2004 la cifra record de impresión y distribución de 25 millones de libros de bolsillo, agrupados en la recordada Biblioteca Básica Temática, podría tener su correlato en nuestra gesta independentista en cualquiera de las batallas libradas por nuestro ejército libertador. Todo por hacer prevalecer la cultura y las ideas como fuente de nuestra lucha revolucionaria.
Este empeño por la lectura tiene antecedente. En 1817 Bolívar insistía en la importancia del libro, desde 1810 el Libertador veía con relevancia la adquisición de una imprenta. Antes que él, Miranda había hecho lo propio. En carta a Fernando Peñalver, quien se hallaba en Trinidad, le decía: “Mándeme usted de un modo u otro una imprenta que es tan útil como los pertrechos”. Para 1818 ese sueño de la imprenta se haría realidad en Angostura.
La lectura da el poder del conocimiento a nuestro pueblo, es fuente de formación de nuevas ideas y de divulgación de las ya existentes. La celebración de la palabra escrita y duradera en el tiempo nos permite empinarnos como nación para afrontar los tiempos actuales y futuros. Vista la era de las imágenes y sonidos de redes nos queda empeñarnos en seguir forjando un pueblo lector y escritor, que nos reconozcamos en la producción y adquisición de ideas, todas útiles para seguir haciendo patria.
CÉSAR TRÓMPIZ
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