Después del épico triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones del 28 de julio, al pueblo venezolano no lo han dejado celebrar un acontecimiento de tal magnitud. El odio desatado entre los perdedores es un sentimiento de oscura repulsión. Es el caldo de cultivo de la ira. La campaña de rencor planificada desde Washington desata entre quienes detestan al presidente una serie de hechos terroristas y una sarta de descalificativos contra los chavistas. Explica Hermann Hesse (1877-1962) que “cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros”. Para Tennessee Williams (1911-1983) “el odio es un sentimiento que sólo puede existir en ausencia de toda inteligencia”.
El filósofo argentino José Ingenieros (1877-1925) argumenta que “el hombre que ha perdido la aptitud de borrar sus odios está viejo, irreparablemente”. Víctor Hugo (1802-1885) señala que “cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga”.
El rencor, la ira, el odio, la venganza, el resentimiento, la intriga, la cizaña y los celos son enfermedades del alma. Quienes se alegran cuando hay un apagón o se activa el dólar paralelo, además de tener un nivel espiritual muy bajo, tienen enferma la conciencia. La xenofobia, misoginia, homofobia, apartheid, machismo, sexismo, racismo y aporofobia (odio a los pobres), son síntomas de este mal. Quien odia excreta en las redes infoelectrónicas todas sus miserias. Ríe y celebra la violencia. Si tiene poder tortura, invade, extermina, explota, usa la ciencia sin conciencia. Nerón, Atila, Hitler, Mussolini, Roosevelt (los dos), Kissinger, Pinochet, Thatcher, Reagan, Bush, Obama, Trump, Uribe, Milei y Biden son algunos ejemplos.
La manifestación de odio por el triunfo de Maduro tiene un antecedente que nos toca el alma. De Bolívar, la prensa enemiga decía que tenía un chancro en el ano y su muerte fue “celebrada” y difundida así: “¡Bolívar, el genio del mal, la tea de la discordia, el opresor de su patria, ya dejó de existir! La oligarquía venezolana propuso un decreto para: (1) quitarle a ese “hijo espurio” los títulos y quemarlos y (2) considerar el 17 de diciembre de 1830 día infausto porque Bolívar murió de muerte natural cuando debió haber sido fusilado o ahorcado.
Quien odia tiene la ilusión marchita, trueca en puñal la seda, aborrece al sol porque brilla. Hay sólo dos vías de convivencia: amar u odiar, el bien o el mal, socialismo o barbarie. Por eso Simón Rodríguez (1769-1854) nos recuerda que vinimos al mundo a “entreayudarnos no a entredestruirnos”.
ALÍ ROJAS OLAYA
ÚN.