Por: Raúl Cazal.
El Día Internacional del Libro nos consiguió en el estado en el que generalmente se encuentran las personas con la lectura, aislados. Digo “generalmente”, porque el acto de leer se puede realizar también en sitios públicos, incluso en donde exista aglomeraciones, como son los transportes masivos.
Si bien la lectura en sus inicios no era silenciosa y las bibliotecas solían ser unos lugares tan ruidosos como los mercados o la calle, actualmente estamos expectantes, buscando silenciosamente respuestas en los portales de internet y las redes sociales sobre los hallazgos científicos que den con la vacuna del Covid-19.
La ciencia pasó a ser tema de interés y algunos han puesto su fe en ello, aunque sea paradójico, porque hay quienes creen que sería un “milagro” encontrar la vacuna, mientras otros sostienen que llegará a través del estudio e investigación. Unos y otros, utilizan todas las formas que permitan llegar a la cura preventiva.
La religión y la fe ha sido un tema que se ha debatido durante siglos. Buena parte de la filosofía está relacionada con esa discusión que pareciera eterna. El lingüista George Lakoff demostró con su libro No pienses en un elefante que el discurso religioso aliado a valores conservadores ayudó a los republicanos a conseguir la presidencia de los Estados Unidos después de reiteradas derrotas.
Una amiga devota de la palabra de Dios con la que eventualmente sostengo intercambios de opiniones sobre la fe y el materialismo, en estos días me confesó que “la religión puede matar el espíritu sin saberlo”. Le iba a replicar: “depende de cuál religión”, pero guardé silencio. Al día siguiente Donald Trump, uno de los pastores del American way of life, sugirió en una rueda de prensa que inyectarse en el cuerpo desinfectante podía noquear al Covid-19. “No sólo mata el espíritu”, le respondo ahora.
Recientemente el presidente Nicolás Maduro creó la Biblioteca Cristiana de Venezuela con tres títulos que colocan a Jesucristo en el centro del debate desde la perspectiva de la solidaridad y la revolución. Queda la lectura y la reflexión mientras los científicos consiguen la vacuna deseada. Por lo pronto, el libro de las respuestas se escribe a diario, tratando de pensar la “normalidad” o el futuro.
P. S.: Desde esta tribuna recomendamos al presidente Maduro incluir en la biblioteca la novela de Miguel Otero Silva, La piedra que era Cristo.
Raúl Cazal.
Periodista
Publicado en Últimas Noticias