El G-20 de cumpleaños, sin nada que festejar

Este sábado 26 de septiembre el denominado G-20, agrupación que congrega a las 8 economías más poderosas del mundo, junto con los llamados países emergentes por su mejor desempeño productivo, arriba a 21 años de creado. Sin embargo, a juzgar por la situación de la economía mundial, el foro sopla velitas sin nada que festejar.

Esta suerte de cónclave fue creado un día como hoy de 1999. En su momento surgía como una ampliación del G-8, convertido luego en G-7 tras la expulsión de Rusia. Aunque parezca mentira, entre sus bases fundacionales se incluía la necesidad de luchar por el multilateralismo y la necesidad de lograr mayores equilibrios económicos. Ello tras las sucesivas corridas financieras de los años 90.

Sin embargo, poco a poco esas iniciales premisas tan plausibles, fueron quedando a un lado. Y los sucesos de las crisis financiera de 2008 comprobarían que la economía mundial seguía como una locomotora descarriada al servicio de élites poderosas. Todo bajo control de otros foros similares, pero mucho más reducidos, como el que año tras año se celebra en Davos.

Premisas olvidadas

La propuesta del multilateralismo sigue siendo una consigna de países miembros del G-20 como China y Rusia. Pero el mayor peso lo tienen EE.UU. y una subordinada Unión Europea, que siguen aupando un desarrollo financiero al servicio de selectas cúpulas.

El mundo de hoy es mucho peor que el de 1999, en términos de exclusión, pobreza y miseria. Los estudios con respecto a este tema abundan y ofrecen resultados elocuentes. También se ha cuestionado que los resultados de las cumbres del G-20, no son vinculantes. De manera que las reuniones de estos mandatarios, sólo sirven para sellar acuerdos y pactar beneficios. Pero, por ninguna parte se puede constatar la voluntad política, para hacer del mundo un mejor lugar, desde el punto de vista medioambiental, económico y social.

Asimismo, el impacto económico de la pandemia de covid-19, apenas se ha visto en toda su magnitud. Las consecuencias sobre el empleo y la producción, de esta enfermedad altamente contagiosa, no se conocen del todo. Pero lo que sí es seguro es que se imponen nuevas formas de pensar y actuar, especialmente en materia de multilateralismo, cooperación y solidaridad entre naciones.

 

 


 

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