La Consulta Popular de Guaidó parece haber terminado como otra gran estafa del dirigente que se cree presidente del país.
Para colmo del dirigente opositor, no son pocos dentro de sus filas que no le creen el “éxito” de esta maniobra inconstitucional con la que buscaría legitimar su condición de jefe de un gobierno interino que no existe.
La Consulta terminó de hacerse este sábado 12 de diciembre y los resultados de la participación no le cuadran a muchos.
La cifra de votantes parece el resultado de la costumbre política del diputado Guaidó de generar una permanente simulación. Esta manía le ha hecho acreedor de la burla general que le asigna el poder de un gobierno en Narnia.
Según los datos de los promotores de La Consulta Popular, votaron casi 6.5 millones de personas durante una semana, copiando el formato del desprestigiado sistema electoral estadounidense.
De acuerdo al boletín de los organizadores, 2.412.354 votaron por vía digital, para lo cual habilitaron una cuenta de Telegram y un programa llamado Voatz; 3.209.714 habrían votado de manera presencial, y más de 840 mil participaron en el extranjero.
No todos creen en los números
Lo llamativo es que el cuestionamiento a estas cifras no vino desde el chavismo sino desde conspicuos seguidores de la oposición; uno de ellos fue el periodista Eugenio Martínez, quien tiene una especial vocación por la información electoral.
Esta persona expresó que “No hay forma de justificar los números de participación que se atribuyen a la consulta”, un mensaje que ripostó Freddy Guevara, insinuando la complacencia del periodista en creer en los resultados de las parlamentarias del 6D.
Eugenio Martínez, un insospechado seguidor del chavismo, le respondió a Guevara, y a todos lo que le cuestionaron, con una dosis de sentido común: “¿Qué sentido tiene engañar con los datos? ¿Qué sentido tiene hacer cálculos políticos basados en datos incorrectos? Usar datos incorrectos para hacer análisis conduce a los fracasos”.
¿Y si auditan los resultados?
El periodista ofreció disculparse si los organizadores del proceso de consulta consiguen comprobar que sus sospechas son infundadas.
Incluso sugirió la posibilidad de auditar los resultados, una misión imposible para una casta política acostumbrada al secretismo o a quemar cuadernos electorales con el argumento de proteger la identidad de los votantes, cuando no son pocos los que creen que lo hacen para deshacerse de las pruebas de un fraude entre ellos mismos.