El dinero no resuelve el problema humano

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Por: César Trómpiz

Una pandemia de egoísmo amenaza la existencia de la humanidad. El contexto global ha descubierto los verdaderos valores detrás de la propaganda, la publicidad, las marcas, el marketing electoral y las pomposas democracias sin pueblo. El capitalismo, defendido ferozmente por fanáticos dueños de capitales especulativos globales, promueven volver a la “productividad” aún sin una cura cierta para la enfermedad propagada. El argumento más humano esgrimido hasta ahora es que podríamos ir hacia una gran crisis económica global.

La reaparición de la piratería como forma de obtención deliberada de materiales médicos demostró la falsa cohesión de europeos y norteamericanos. La aplicación de la libre oferta y demanda para la obtención de mascarillas demostró la fragilidad de la “unión” de las barras y las estrellas yanquis. El impulso histérico por la vuelta al trabajo, sobre el argumento de que se perderán puestos de empleo, pareciera que desestima la vida de los propios trabajadores ante la enfermedad incontrolada hasta ahora.

Los valores del capitalismo impiden decisiones a favor de la vida humana.

El egoísmo y la competencia como motores lógicos de las relaciones de capital no admiten la existencia de una salud pública capaz de atender a todos los ciudadanos por igual. Por esta menuda razón los pacientes de Europa, EE.UU., Chile y otros enclaves no tienen refugio ante el covid-19.

La solidaridad sorprende en los países del capitalismo
El valor elemental de la humanidad, su desinterés en el desarrollo de la otra persona, la natural tendencia a cuidar de los demás como uno mismo, el amor entre seres humanos que nos permite el desprendimiento para su salvación y a través de ella la salvación propia. Son valores discontinuados por el capital y sus sistemas de dominación ideológica, educación y conducción social.

El personal médico (golpeado por los recortes presupuestarios globales para arrinconar los sistemas de salud hacia la privatización) demuestra la fortaleza del espíritu de sacrificio y altruismo al servicio de toda la humanidad. Desde Venezuela seguimos insistiendo, con Fidel y Chávez, en que hay que formar ejércitos de batas blancas para proteger a la humanidad. Una medicina incluyente, científica, organizada desde la familia, la comunidad y la especialización son defensa de la vida y la contención de próximas pandemias. El gasto militar no puede hacer nada contra un virus.

El asombro por la capacidad de amar del ser humano demuestra la crisis moral del planeta.

El fenómeno de la detención humana era impredecible: los cielos despejados de humos contaminantes, la reaparición de fauna silvestre en el espacio urbano, la reducción del ruido de la ciudad y la posibilidad de escuchar a larga distancia el llanto de los niños, la palabra de la madre y la voz de la amada sin tener que alzar los tonos, aún aturde a los que nos acostumbraron a no tener un segundo de silencio, ni de aire, ni de vida. Al dejar de depredar el medio en el que vivimos, la humanidad ha podido presenciar la maravilla de un planeta que nos ha demostrado que no estamos solos ni somos la única especie sobre la tierra.

La síntesis del tiempo no confronta dos modelos socioeconómicos, sino la correspondencia de la humanidad con la lógica del capital.

La educación para sobresalir y aplastar al compañero, para escalonar méritos y despojar de derechos a los menos aventajados es el caldo de cultivo de la guerra y el resentimiento social. Es urgente la formación de la solidaridad en la educación.

Educar para entre ayudarnos, sobresalir dentro de un grupo que logra sus objetivos, valorizar el liderazgo, desarrollar equipos, construir humanidad en la búsqueda de la verdad. Urge a la humanidad ser educada de un modo distinto.

¿Es viable la humanidad bajo la competencia, el egoísmo, la imposición de los más fuertes? ¿Es compatible la privatización de la vida cotidiana y los derechos sociales con la protección de la vida humana? ¿El consumismo y el crecimiento son modelos viables para la protección de la vida y particularmente de la vida humana?

La baja contagiosidad y mortalidad del virus pandémico en Venezuela quizá pueda medirse en las cantidades de acciones gubernamentales, organizativas y de salud pública desarrolladas por el gobierno socialista de Nicolás Maduro Moros. Pero veamos el motor de las decisiones y el basamento ético de ellas: Solidaridad.

Bajo principios egoístas sería imposible que la sociedad venezolana se cuidara entre sí para evitar la propagación del virus. Las condiciones impuestas a Venezuela por las medidas egoístas de EE. UU. contra el país no han sido capaces de derrotar el valor de cohesión nacional, solidaridad y responsabilidad social de cada uno de los venezolanos y venezolanas que colaboran con un aislamiento social radical y altamente efectivo en la contención del virus.

Miles de venezolanos retornando a la patria en medio de la pandemia demuestran que en la República Bolivariana de Venezuela serán ayudados por alguien, respaldados por un pueblo y protegidos por un gobierno.

El período de la cuarentena en occidente expone con alta fidelidad que la sociedad no es un cúmulo de egoístas luchando por su sobrevivencia, sino una expresión natural de la solidaridad y la dignidad humanas. El mercado nos mintió, el dinero no resuelve el problema humano y por sí mismo el capital es incapaz de salvar a nadie.

César Trómpiz

@cesartrompizVEN

 


 

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