por: Earle Herrera
La dictadura global está dispuesta a todo para detener la socavación de su autoproclamado. La orden ejecutiva del tirano planetario -¿sabe quién es?- no se anda con remilgos al respecto. En la introducción de su dictamen destaca, otra vez, la “usurpación de Maduro y sus afiliados”, así como “los intentos continuos de socavar al presidente interino Juan Guaidó”. Y eso sí que no.
La socavación es un arma política desde antes de la creación de la polis. Antecede también a Maquiavelo. Los adecos la perfeccionaron, pero ya Caín la disfrutaba. La manzana fue su medio en el Paraíso para socavar primero a Eva y después a Adán. Esa fruta equivale a lo que es Citgo hoy para los chamos naranjas y sus panas.
¿No resulta hiperbólico lanzar una orden imperial para poner coto a la socavación de un interino? Pudiera parecerlo si olvidamos que todos los imperios son hiperbólicos. Roma fue una suma de exageraciones, desde los acueductos hasta las traiciones, como decir, desde su esplendor hasta su decadencia. El imperio yanqui, mira tú, llora el divorcio de Angelina Jolie, la misma tarde que bombardea Damasco y Kabul.
A veces, para entender las hipérboles imperiales, recurrimos a la inextricable sencillez del diccionario. Según los ociosos viejitos de la academia, el verbo socavar significa “excavar por debajo alguna cosa, dejándola en falso”. Más o menos lo que le pasa al susodicho. No es mucho, pero la definición del Drae nos permite acercarnos al interino y entender lo que le pasa, como para que el imperio más grande de la tierra decida el bloqueo total de un país. Debe de ser una socavación grave.
Al aproximarnos al objeto de estudio, constatamos que el mismo, o sea el interino, nació socavado. Se declara “legítimo”, pero nadie lo eligió y ni siquiera la asamblea que preside lo juramentó. Incluso, cuando se autoproclamó por ahí, se estaba autosocavando. Perdonen la aspereza escritural, pero con palabras tan feas no se puede hacer mucho (socavar y sobaco tienen el mismo tronco anti lírico).
Al autoproclamado lo están socavando sus “embajadores” chimbos, sus administradores laxos y su versátil procurador, ese que se despacha y se da el vuelto. Para colmo, con su orden ejecutiva con el fin de protegerlo, Trump lo termina de socavar hasta lo irrecuperable.