El comandante Chávez expresó en el Golpe de Timón que “Cada proyecto debe ser parte de un plan sistémico de creación de lo nuevo, que vaya armando una gigantesca telaraña que vaya cubriendo el territorio de lo nuevo; de no ser así (nuestro proyecto socialista) será absorbido por el sistema viejo, que es una gigantesca amiba, es un monstruo el capitalismo”. Sus palabras son tan vigentes que el timbre de su voz aún se escucha como una gigante campana en nuestras consciencias.
Si bien la revolución política se ha desarrollado, y ha hecho que los conceptos abstractos se hayan convertido en fuerzas que se expresan con la claridad de la figuración, es necesario asumir este proceso como una siembra, pues el socialismo se cultiva más de lo que se construye. El proceso tiene ciclos, plagas que lo amenazan, necesita de cuidados y nutrientes, tiene tiempos de arado y tiempos de cosecha, en fin, no es un edificio en obra gris, sino un cultivo vivo y en expansión.
La comuna es el territorio donde la semilla del socialismo, el hombre y la mujer, que son la patria, como diría el padre cantor Alí Primera, encuentra la tierra fértil para germinar, con la diversidad de los conucos y los conocimientos científicos y espirituales de un pueblo. En este sentido, la comuna no es solo proyecto político y económico, es reivindicación de lo cultural. Por cuanto debe desarrollar sus fuerzas productivas como fortalecer su espíritu.
A propósito de esto es fundamental citar al maestro de la patria. La Carta de Tuquerres, narra “una escena turbulenta que hice, en la escuela, una mañana” dice Simón Rodríguez. “Si el que manda no ve el alto gobierno en el bajo, yerra, creyendo acertar. La verdadera utilidad de la creación es hacer que los habitantes se interesen en la prosperidad de su suelo; así se destruyen los privilegios provinciales; ojalá cada parroquia se erigiera en Toparquía; entonces habría confederación. ¡El Gobierno más perfecto de cuantos puedan imaginar la mejor política! Es el modo de dar por el pie al despotismo… esto es… (y esto es, mil y mil veces) si se instruye, para que haya quien sepa y si se educa para que haya quien haga”.
La toparquía como concepto nos sirve para pensar con profundidad el cómo democratizar, ampliar, sostener y transformar el poder. Son las raíces que nos definen como pueblos: el kumbe, el convite, el apapacho, el conuco… eso nos constituye, así como define al proceso de cultivar el socialismo la ciencia que empleemos en nuestros ingentes esfuerzos por desarrollar un sistema de transformación económica, social y cultural. Desde los conceptos del marxismo hasta las ideas descoloniales de Enrique Dussel; desde las reflexiones de Bolívar hasta las teorías de Matus… constituyen herramientas para este objetivo y no podemos desdeñar de ellos, sino más bien hacerlos partes del ejercicio dialéctico que va desde el lenguaje a la praxis, desde lo abstracto a lo figurativo, desde el libro a la comuna y también viceversa, como diría el poeta.
Una de las obras fundamentales de Kandinsky es “Composición VII”, realizada en 1913, ella es un ejemplo de la madurez creativa y el genio del artista. Buscó alejarse de la imitación de la naturaleza y abandonó de manera radical la figuratividad. Kandinsky pensó, o más bien sintió, que las formas abstractas tenían las cualidades para expresar lo que las técnicas tradicionales no podían. Todo el significado de la obra reinvindica la expresividad de la línea y la mancha de color, sin conexión con el mundo objetivo. La comuna, lejos de ser solo intuición, debe utilizar ese vendaval expresivo y sentimental, para hacer un puente hasta las formas más definidas. Sentimiento, teoría y práctica revolucionaria.
Al construir la “Composición VII”, el artista no inventó ni construyó formas, solo dirigió lo que surgía en su imaginación, dijo: “Todas las formas que alguna vez había usado vinieron a mí por sí mismas, luego quedaron completamente listas antes mis ojos”. A la comuna no le llegará nada por sí mismo, por lo contrario, la transformación de la realidad y la constitución de instancias que sean materialización del socialismo sólo serán resultado del análisis y la lucha consciente del poder popular organizado, en perfecta articulación con el partido y el gobierno bolivariano.
En lo que la comuna debe parecerse a Kandinsky es en su persistencia, en su pasión, en su constancia en el estudio, pues, fueron más de tres docenas de estudios y bocetos para lograr la “Composición VII”, fueron pequeños bocetos a lápiz, dibujos a pluma, acuarelas y hasta lienzos pintados que miden más de un metro. La meticulosa elaboración su obra en bocetos y más bocetos contribuyó de manera determinante al hecho de que el proceso real de pintar el gran lienzo que es la obra tomó literalmente días, específicamente del 25 al 28 de noviembre de 1913. Esto demuestra que el estudio y la práctica hacen al maestro.
En la “Composición VII” se crea una sensación de transformación de la materia que tiene lugar ante nuestros ojos. Es lo que deben lograr los proyectos comunales que están siendo aprobados en cada comunidad por el propio pueblo. El presidente Nicolas Maduro ha sido claro y ha reivindicado con contundencia la visión más radical del comandante Chávez en lo que respecta al Socialismo Bolivariano del Siglo XXI: ¡Comuna o nada! Incluso ha trazado un horizonte práctico para la transformación del Estado, gobernar ejecutando de manera directa el 70% del presupuesto de la nación a través del poder popular organizado.
El artista invita, no solo a contemplar la imagen, sino a unirse al proceso creativo de creación de una obra: “La pintura es una colisión atronadora de diferentes mundos, convocados a través de la lucha y entre esta lucha de mundos para crear un mundo nuevo, que es fuego y obra (…) La creación de una obra es la creación del universo”. Y la obra maestra de la comuna, de lo abstracto a lo figurativo, es el socialismo.