“Nos falta librar la batalla de Carabobo en nuestras propias cabezas” dice Diego en una discusión acalorada con El Saimon, un malandro con consciencia de clases que anda procurando organizar su barrio en un país atormentado por el imperialismo. Estas cosas pasan en las novelas, pero sobre todo pasa en la vida real, porque si bien la batalla de Carabobo se libró hace 203 años sobre esa tierra sagrada donde hoy se alza un monumento para los héroes de la patria, no es menos cierto que hoy uno de los nuevos campos donde se libra esa misma batalla por la independencia resulta ser nuestra consciencia. Lo dice de manera muy clara el teórico de la guerra y General en Jefe, Vladimir Padrino Lopez: “Las guerras en la actualidad son sumamente complejas, superan el terreno militar y se mueven simultáneamente en el aspecto psicológico, económico y político, por lo que también se le puede conocer como guerra integral”. Esto lo expresa siendo el Ministro de Defensa de un país asediado (sobre todo) económica y mediáticamente. Sin embargo, esta concepción viene tomando cuerpo desde que los medios de comunicación se hicieron un poder y la manipulación se utiliza como arma de guerra.
Noam Chosmky en su artículo “El papel de los medios de comunicación” explica que a través de los medios de la propaganda los grupos de poder instauran una cadena de desinformación, que constituye una herramienta eficiente para manipular la opinión pública. De este modo se mantiene controlada a la sociedad, la mantienen distraída con slogans vacíos y los convencen a través de los medios de comunicación de que no existe otra alternativa a la verdad hegemónica. Son mecanismos que se usan para dominar de una manera más poderosa que la militar, avanzando en el terreno de lo cultural y lo psicológico. No es pequeña la hazaña que tienen que cumplir los comunicadores y periodistas en este siglo, pues su ética representa un actitud revolucionaria frente a la manipulación, la neocolonización y la violencia ideológica, en tal sentido aprovecho para felicitar a todos los comunicadores y periodistas fieles a su profesión por el dia que les hace honor en Venezuela. Sin duda su trabajo es fundamental para hacer un mundo de más democracia, justicia y belleza.
Volviendo al tema central, ya en 1982 los asesores de la política exterior norteamericana, a través del famoso “Documento de Santa Fe l” decían con descaro que “La guerra se libra por la mente de la humanidad”, Esta idea también podemos encontrarla en el libro “Propaganda” de Edward Bernays. Es así que cada día se utilizan más recursos para distorsionar la verdad, pero sobre todo para reproducir falsas conciencias sobre la realidad material del mundo y hacer al oprimido defensor de su opresor. Por ejemplo, han impuesto ciertos arquetipos sobre el héroe y el dictador en el mundo, estos símbolos han sido moldeadas de manera sistemática a través de la industria cultural y como resultado han construido la falsa idea de un antagonismo entre lo “norteamericano” y lo “antidemocrático”, a través de esa narrativa nos han creado un falso héroe defensor de la humanidad y a falsos villanos que siempre resultan parecerse, desde el punto de vista fenotípico y discursivo, a los enemigos de turno de los gringos, ya sean rusos, árabes, chinos o venezolanos.
Frente a esta realidad es imperioso reivindicar nuestra verdad y nuestra épica, que está sustentada en victorias reales, de gente real y no en una superindustria mediática y cultural que reproduce narrativas, símbolos y arquetipos a fin de imponerse como “los buenos”, los “invencibles” o “los vengadores” de la película. Más nos vale pararnos en el Salón Elíptico del Palacio Legislativo y llenarnos de una belleza y una historia que por su apoteósica significación nos hace sentir por un segundo el centro del universo. Ahí, imponiéndose como un cielo sobre nuestras cabezas está la pintura de 458 metros cuadrados del maestro Martin Tovar y Tovar. Y tanto la obra de arte como la historia que narra son del talante de nuestro orgullo patrio. Alzando la mirada uno se siente imbuido en esa batalla que nos entregó la gloria de la libertad; mirando el cielo de Carabobo en esa pintura que desafía la maestría de Murillo, Velazquez y Goya, uno se hace parte del ejército patriota y nos erguimos desde nuestra imaginación a un lado de Bolívar ¡Eso provoca Martín Tovar y Tovar!
En esta obra el maestro trabaja en un proceso pictórico y de investigación en el que lo acompaña desde Venezuela el también artista, Herrera Toro. Desde su concepción en 1883 hasta poco antes de su instalación en 1888, Martin Tovar y Tovar se mantuvo en su taller en París, al que lo visitaba con regularidad el presidente Antonio Guzman Blanco, quien encargó la realización de la pintura.
“La batalla de Carabobo” es considerada la primera obra de características realistas, neoclásicas y románticas de la pintura venezolana, y está consagrada como una de las obras capitales del arte nacional. Uno puede destacar del concepto de esta pintura tres aspectos fundamentales: 1) La batalla de Carabobo como hecho histórico; 2) La importancia del paisaje y la naturaleza tropical que abraza al espectador y, 3) La revolucionaria técnica que hizo posible abordar la bóveda helicoidal del Palacio Federal. Teniendo en cuenta este último aspecto el gran muralista mexicano David Alfaro Siqueiros consideró que esta pintura fue la primera experiencia de integración total del arte con la arquitectura en el continente y expresó sin mesura que “Tovar y Tovar en su mural de la bóveda del Salón Elíptico muestra sin duda alguna al más grande muralista latinoamericano del siglo XIX y uno de los más brillantes del mundo”.
La pintura se puede leer desde el momento en que el Libertador Simón Bolívar, sobre un caballo blanco, se para sobre la colina de Buena Vista, señalando el camino a la victoria, es decir esa contienda épica contra el imperio de turno. Toda la obra gira a partir del índice del Libertador, que parece voltear a mirarnos, como diciendo “Es contigo, patriota”.
Ya en el extremo este de la cúpula se muestra el contraataque del ejército realista, ahí está el coronel Ambrosio Plaza y el general Manuel Cedeño enfrentados a la muerte y la caída inminente de sus caballos. Esta escena tiene una relación dialéctica con el siguiente momento, es decir, con la victoria del ejército patriota, que se muestra en galope, dominando el territorio junto a un incendio que representa la caída del imperio y un caballo blanco que se va a la vanguardia como anunciando al mundo que una república ha nacido, que una verdad debe decirse con la voz sagrada del pueblo que ha alcanzado su gloria.
DAVID GÓMEZ RODRÍGUEZ