Romain Huret, publicó ¿El fin de las Ciencias Sociales? en la revista Nueva Sociedad 316/marzo-abril del presente año. Entre tantas ideas, refirió:
“En la plataforma del candidato republicano Donald Trump en 2024, y en general en los discursos conservadores, tanto los académicos como los periodistas son blancos privilegiados. Sin matices, una de las medidas trumpistas menciona nada menos que el fin del adoctrinamiento ‘comunista’ de los estudiantes en los campus universitarios”.
Parafraseando los textos de Irving Kristol, entre otros conservadores, Trump emprende una nueva cruzada en el marco de un macartismo donde toda posición crítica es tachada de “comunista” y desleal a los valores fundamentales de la Patria blanca y patriarcal.
Esta situación nos advierte dos asuntos: 1. El imperialismo yanqui aún le teme al comunismo y 2. Los gobiernos progresistas de América Latina deben estar alertas ante la embestida posmoderna, de corte antimarxista, que muchos de sus asesores internacionales pregonan sin miramientos.
A cuenta de acusar de “comunista” a toda disidencia, Trump y Musk, como portavoces vulgares del antiintelectualismo de Occidente, impulsan la muerte del pensamiento crítico (marxista y progresista) al favorecer las tesis tecnocráticas que se expresan en el currículo por competencia.
Ante este cuadro desolador –y altamente preocupante– el Gobierno bolivariano, presidido por Nicolás Maduro, debe revisar las ofertas finalistas que plantean algunos integrantes del alto Gobierno a favor de las tesis psicologistas y relativistas al privilegiar posturas nuestroamericanas sin la plataforma venezolanista.
El estudio del pensamiento venezolano, sin rastro de chovinismo, consolida la memoria bolivariana, zamorana y rodrigueana que es esencialmente descolonizadora pero desde posiciones endógenas, incluyendo el marxismo reflexionado y enriquecido por grandes hombres y mujeres que aspiraron la liberación nacional y regional.
Llegó la hora, definitivamente, de comprender que el currículo no es solo un asunto técnico sino también político e ideológico. Por lo tanto, es imprescindible iniciar una batalla en contra de la racionalidad instrumental que requiere a toda costa el teslismo impulsado por el neoconservadurismo anglosajón.