Cuentos contagiosos

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PRECAUCIONES

Verdaderamente extraña es la sensación de salir a la calle con mascarilla y guantes de goma como si se tratara de entrar a un quirófano. Igualmente insólito es después de hacer las compras al regresar a casa el sentirse como  criminal enmascarado que saca la ganzúa para abrir la puerta. Pero el colmo de lo extraño  es preguntarte si con la llave no introduces en la cerradura el contagio. Igual podría estar en la suela de los zapatos, en la ropa, en la gorra, en los mitones, en las bolsas de plástico con frutas y verduras o en la tarjeta de débito con la que pagaste y que la cajera manoseó tan imprudentemente. Podría ser que ya  hubieras contaminado  la perilla de la puerta que acabas de tocar con guantes sintéticos. A punto estás de descargar en tu sagrado hogar un cargamento de contagios. Inútil será buscar en la calle quien te ayude, pues todos guardarán la distancia social y la cercanía en lugar de apoyo será un riesgo. Quizá si te quitas los guantes podrás entrar a la casa con manos incontaminadas, pero nada garantiza que durante el proceso de quitártelos no te contamines. Abierta por fin la puerta se plantea la cuestión de si los virus perduran en las bolsas de plástico que cubren las verduras o en las verduras mismas. Puedes quitarte  ropas y zapatos para rociarlos con cloro, pero como no fue posible quitártelos sin tocarlos tus manos ahora son seguramente  foco de contagio que contaminará lo que toques.  De tres a cinco mil veces diarias se toca un ser humano la cara;  no estás seguro de si en algún gesto de perplejidad palpaste frente boca nariz ojos. En la cocina crees recordar que estaba el cloro pero para entrar en ella debes manosear o más bien contaminar  puerta,  anaqueles, los platos mismos y para manipular el frasco rociador tocarlo con las manos  que lo infectarán. Recuerda tus pasos: vuelve sobre ellos para esterilizar cada una de las huellas pero para hacerlo debes buscar el frasco de alcohol y abrir  closets, gavetas y cajas impregnándolas con todos los patógenos que han caído sobre ti durante el paseo. Solo entonces se te ocurre que debiste correr primero al baño, pero al abrir la llave del lavamanos, de la ducha, estás quizá impregnándolas de virus y no se sabe si el jabón te descontamina o lo  contaminas. El espejo donde te miras está quizá contaminado porque refleja tu imagen  y también el interruptor de la luz que pulsaste para mirarte. Tienes que recordar todas las cosas que tocaste para purificarlas pero al tocarlas quizá de nuevo las inficionas.  Cada cosa que toques para descontaminarla te contaminará de nuevo, incluso las hilachas de polvo que giran perezosamente en el aire pestilenciado. Ahora tienes que desinfectar con cloro la casa entera pero no hay cloro suficiente y para conseguirlo si es que lo consigues debes revestirte de nuevo con medias zapatos pantalones camisa gorra mascarilla guantes que son el foco de todas las contaminaciones atravesando el mundo exterior enteramente contagiado.

EL MÁS PODEROSO

El más poderoso anuncia  planes para terminar con el coronavirus. Uno, robarle  fondos que pudiere tener depositados en cualquier  banco. Dos, prohibir los suministros de alimentos y medicinas. Tres, ofrecer recompensa de quince millones de dólares por  captura o  muerte. Cuatro, movilizar todos los acorazados, portaaviones,  aviones, submarinos y drones para meterle miedo. Su alocución concluye con sonoro estornudo. De inmediato es hospitalizado, pero en un siquiátrico.

LAS GARZAS

Parece que alguien se trajo unas cuantas del estero de Camaguán para la laguna del Parque del Este, pero al rato ya levantaban vuelo para abarcar con la pureza de sus alas la mugre de la ciudad. Así podía un borrachito despertar en su cuneta en Sabana Grande y mirar una garza que aleteaba hasta fundirse con el cielo. Después algunos árboles en las riberas de cemento de la gran cloaca del Guaire aparecieron nevados de plumajes blancos y era una delicia fotografiarlos cuando el autobús pasaba a su lado. Después el rigor del bloqueo atormentó a los recogelatas que ya no tenían latas de cerveza que recoger y los fue empujando hacia esa cloaca interminable que alguna vez fue el río que atravesaba  Caracas. Allí hicieron amistad con las garzas pues la pobrecía riega el cariño, aunque sostienen los malpensados que el sancocho de garza es el principal sustento de los indigentes que chapotean en el Guaire buscando quién sabe qué en esas aguas tan sucias capaces de envilecer cualquier tesoro. A veces en los matorrales cuyas raíces trepanan las riberas de concreto del vertedero alternan junto a las níveas garzas trapos que las garzas humanas han lavado o mejor ensuciado en las aguas abominables. Allí conviven entredevorándose sin mala fe, como los dolientes que una vez vi en Benarés bañándose en las escalinatas que dan al Ganges, río que arrastra las cenizas y a veces los descompuestos cadáveres de los que reencarnarán eternamente. Sólo que no destella entre las garzas la incondicional adoración de la muerte que día y noche afana los ceremoniales de Baranasi. Si algo demuestra que la vida lo resiste todo es el tranquilo rebusque de las garzas en el río de veneno del Guaire. Inútil investigar el secreto de la inmunidad en laboratorios o clínicas: las garzas que chapotean en el Guaire son invulnerables a todas las bacterias y virus habidos y por haber. Al verlas venir tiemblan las pandemias y los morbos se extinguen avergonzados. No temamos que nuestros errores y flaquezas por fin terminen con la vida en el planeta. Cuando todo concluya  en la tierra todavía chapotearán en el Guaire algunos indigentes de desdentadas sonrisas y una que otra garza de engañoso plumaje.

Y SI

¿Y si con la misma energía y eficacia que combatimos el coronarivus, hubiéramos erradicado la asignación de dólares preferenciales para importaciones fantasmas y empresas de maletín, la dolarización con la cual compran el país los legitimadores de capitales, el bachaqueo con bienes subsidiados, la hiperinflación por complicidad entre empresarios y páginas web extranjeras, el contrabando de extracción, el paramilitarismo …?

 

Luis Britto García.

Publicado en Últimas Noticias.


 

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