Este cuento lo escribí en los días en los que el cuerpo de nuestro camarada Carlos Lanz fue arrancado vilmente de nuestras vidas. Dos años han pasado, pero creo que sigue siendo pertinente compartirlo, porque Carlitos sigue siendo necesario.
El maestro siempre estará de pie guiando con su genio y su dignidad. Aún estoy conmocionado por la atroz y abominable verdad que hoy se ha contado al país gracias a los esfuerzos e investigaciones de la Fiscalía.
Nuestra moral ha sido golpeada nuevamente, pero lo que no sabe el enemigo es que con cada golpe, muy a pesar del dolor, nosotros nos fortalecemos, estamos de pie.
Cuento para buscar a Carlitos
Al camarada y profesor, Carlos Lanz
Si se necesitaba una idea había que llamarlo, en especial si se ameritaba por alguna razón de urgencia cambiar algo en el mundo, y cuando digo mundo me refiero a cualquier mundo. Mundos con forma de matrioskas, un mundo en el vientre del otro, interconectados, complejos y hermosos, mundos enanos y gigantes, con diseños extrañísimos, con piedras preciosas o viejos con el tamaño de un samán gigante. Es sabido que hay mundos que se han roto, que necesitan reparación, por eso Carlitos siempre anda pensando. Repito, si se necesitaba una idea, había que llamarlo.
Mientras los otros niños jugaban a las escondidas, Carlitos andaba leyendo de forma simultánea un libro de mecánica y otro sobre la plusvalía, otras veces los libros eran sobre historia de Venezuela y administración. Lo cierto es que prefiere leer, pues no le gusta ese juego de esconderse, se preguntaba siempre ¿qué pasaría si no lo encuentran, se quedaría para siempre ahí, esperando que alguien lo descubriera, como si fuese un continente habitado? ¿Acaso no ser encontrado significa estar perdido? ¡Algunos juegos resultan peligrosos! Carlitos piensa siempre sobre esas cosas, es un poco extraño Carlitos, pero todo el mundo sabía que si se necesita una idea había que llamarlo.
Dicen que un niño como Carlitos inventó la rueda, y debe ser cierto, porque Carlitos ama todo lo que se mueve, puede pasar horas contemplando la mecánica de las cosas. Una vez pasó más de seis horas anotando con todo detalle el proceso en donde una simple hormiga obrera llevaba un pedacito de hoja hasta su hormiguero. En este caso Carlitos estaba doblemente encantado, pues esa fuerza de la hormiga la relacionaba con su padre, que también era un obrero. Todo niño tiene un héroe, en la escuela siempre se hablaba de Superman y de Ben 10, pero ya sabemos que Carlitos no es un niño como los demás, Carlitos tiene como héroe a su propio padre y a las mismísimas hormigas. No ve mucha televisión, apenas una comiquita: la hormiga atómica. Le gustan más los libros que cualquier otra cosa, allí fue donde descubrió que los obreros son los que hacen los edificios que tumban los monstruos y los “superhéroes” en sus peleas por el control del mundo, con los libros y un poco de observación, se dio cuenta que son los obreros los que de forma omnipresente salvan su mundo con un trozo de pan y un abrazo. Finalmente, superman no salva a nadie cuando despiden a cien trabajadores de una fábrica, tampoco cuando privatizan hospitales, mucho menos cuando los bancos desahucian familias. Carlitos decía estas cosas y parecía raro entre los demás niños, pero si se necesitaba una idea había que llamarlo, sobre todo si se ameritaba por alguna razón de urgencia cambiar algo y hacer justicia.
A veces nadie lo entendía, sin embargo, todo niño necesita amigos y Carlitos no es la excepción. Además, Carlitos sabe que la mayoría de los que hoy lo miran como a un pequeño loco, mañana serán obreros y lo entenderán perfectamente, tendrán un pan en la mano y en la otra a sus hijos. Carlitos no puede ver el futuro, pero trata de saber todo sobre el pasado. A veces parece que Carlitos es tan viejo como la revolución industrial, pero la verdad es solo un niño, siempre que leía esa frase que dice “proletarios del mundo uníos” se ponía a pensar en la posibilidad de jugar con los demás niños a las escondidas… y ciertamente así lo hizo a sabiendas del peligro, dejó sus libros en la mesa y se fue adentrando más y más en un hueco, que según la niña rica y el niño bravucón del salón era el mejor escondite del mundo, y allí, en medio de la oscuridad, alguien puso una piedra en la entrada. Ahora todos se hacen las mismas preguntas: ¿A quién le pedimos ideas ahora que el mundo tiene, por muchas razones de urgencia, tantas cosas que cambiar? Pero sobre todo, todos nos preguntamos ¿DÓNDE ESTÁ CARLITOS?
Hoy puedo responder esta pregunta: ESTÁ DE PIE EN NUESTRAS CONCIENCIAS REVOLUCIONARIAS.
DAVID GÓMEZ RODRÍGUEZ
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