Crónicas de la esperanza: Sinopharm en Venezuela

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Laura es enfermera. Cuando recibió el llamado para vacunarse con Sinopharm supo que era su oportunidad. En plena pandemia, inmunizarse es un canal abierto a la vida. Estuvo serena. Se enteró de que la vacuna china es un virus inactivo, la ideal para pacientes oncológicos o con VIH, trasplantados y enfermedades reumáticas. Una mezcla de alivio y esperanza emergían mientras caminaba hacia la Maternidad Santa Ana.

Largos meses asistiendo a pacientes con diversas patologías inquietaban a su familia. También a ella. La envolvían imágenes de países como Chile, que accedían en tiempo récord a las vacunas que llegaban de China; de otros como México, que alternaba insumos para salvar la vida de millones de personas; de Brasil y la crisis de oxígeno en Manaos, o Donald Trump y su reticencia a usar el cubrebocas. De las vueltas ideológicas de gobiernos que pretenden aún ocultar históricas faltas de inversión en la salud pública, los escándalos en episodios de vacunación VIP en Perú, los cadáveres en las calles de Guayaquil, Ecuador, y muchas otras.

Laura tenía todo eso presente y le ganaba la esperanza. Sabía que la relación entre China y Venezuela representaba la posibilidad de una vacunación cercana. También para los maestros. El ministro de Educación de Venezuela, Aristóbulo Istúriz, dijo que esperan vacunar a más de un millón de trabajadores, entre ellos profesores y académicos universitarios.

A esta altura, se avanza en la inmunización, sin reportes de reacciones adversas que ameriten una atención médica extra. Los nombres de Sinovac, CanSino y Sinopharm se han vuelto familiares. Un estudio realizado por la Universidad Católica de Chile, en el que participaron 2 mil 300 personas sanas, indica que dos semanas después de aplicada la vacuna Sinovac se observó la presencia de anticuerpos en 90 por ciento de los vacunados y también que los anticuerpos detectados después de la segunda dosis tienen capacidad neutralizante. Esto significa que impiden el regreso del virus a la célula.

El médico internista venezolano Ricardo León me ha asegurado que las vacunas chinas tienen muy buen perfil de seguridad. Recordó que Argentina autorizó el uso de la Sinopharm en la población, e incluso en mayores de 60 años de edad. En Venezuela, las vacunas chinas aplicadas han demostrado no ser vulnerables a las variantes del virus provenientes de Brasil. Sinopharm, subrayó, es una vacuna que tiene más de un año de creada y cumple con todos los rigores científicos para su aplicación, además de haber sido creada en el país que pudo frenar la expansión de brotes del coronavirus y que ahora trabaja en revertir los efectos económicos adversos de la pandemia.

El lobby de Estados Unidos –fiel a sus costumbres– trabaja en función de afianzar en el mundo su eslogan “American first”. Desplegó una agresiva campaña en favor de Pfizer, la transnacional que genera ingresos anuales por 52 mil millones de dólares y pertenece a Black Rock, un fondo buitre que hace de las deudas externas de los estados su gran botín. Pfizer fue subvencionada por Estados Unidos con más de 2 mil millones de dólares de dinero público e hizo amplia experimentación en Brasil, aunque ahora sólo trabaja para sus grupos de interés. América Latina no está entre ellos.

Johnson&Johnson también hizo un acuerdo para realizar los estudios en Brasil. Tienen a disposición 7 mil voluntarios de diferentes estados, reclutados por dos centros de investigación y actúan al estilo de Pfizer. La opinión pública latinoamericana sigue con atención el desarrollo de las vacunas en todo el mundo, así como la vacunación y el surgimiento de nuevas variantes de coronavirus.

La idea de vacunarse progresa aceleradamente. Para el médico internista venezolano, que estudió las opciones de vacunas, hay evidencias científicas que nos hacen voltear hacia las vacunas chinas: “Su tecnología se diferencia de las vacunas de virus atenuados y no tiene capacidad de replicarse, por lo cual reduce la posibilidad de efectos adversos”, afirma.

La misión de Pekín ante la ONU se ha comprometido a hacer de las vacunas chinas un bien público global. Si hablamos en términos de producción mundial, expertos explican que será un enorme desafío fabricar vacunas contra el Covid-19 para más de 7 mil millones de personas, pero China, acostumbrado a los grandes números de producción debido a su densidad poblacional y a su poder de industrialización, está subido a la tarea. Por eso miles de trabajadoras en Latinoamérica, entre ellas Laura, enfermera venezolana, confían en las vacunas de China mientras salvan vidas.

 

Marcela Heredia

Periodista argentina

Tomado de La Jornada de México

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