El proceso de acumulación capitalista a escala global atraviesa una crisis de realización de las mercancías. La crisis económica, es un proceso natural inherente a la dinámica capitalista, no significa esta el fin, por el contrario, activa los mecanismos de supervivencia del sistema, obligándolo a reinventarse en cada uno de los procesos que le son inherentes con la obtención de ganancia económica hasta el punto de alcanzar un engranaje –dialectico– entre la producción, distribución, cambio y consumo. En este sentido, el covid-19 plantea un nuevo paradigma donde el sistema se auto depura ajustando sus mecanismos –en crisis– que entorpecen la dinámica del proceso de acumulación.
En los últimos meses hemos visto como ha proliferado una modalidad de trabajo «delivery» o de «teletrabajo», a través de la cual se traslada el grueso de los costos al trabajador asalariado que en condiciones normales asumía el patrono.
Antes de la llegada del covid-19, el paradigma imperante consistía en que los consumidores debían ir a los sitios comerciales a consumir. Hoy día ese paradigma ha cambiado sustancialmente. Los comercios están llevando los bienes y servicios hasta la puerta de los hogares de los usuarios. El trabajador que usualmente se paraba temprano para ir a la oficina permanece en casa, la cual se convierte en un nuevo espacio de trabajo donde cumplir con sus responsabilidades laborales.
Estamos en presencia de una nueva dinámica. Esto nos lo venden como una especie de progreso, que trae consigo la nueva normalidad postcovid-19. Se prefigura como el horizonte inmediato, de la mano de las nuevas tecnologías. No obstante, hay una serie de artificios que se traducen en políticas y acciones que permiten aligerar el problema estructural de la realización de la mercancía en detrimento de las condiciones de vida del trabajador.
De tal forma, que el Estado debe observar permanentemente la nueva normalidad que se configura, sobre todo, en las economías más vulnerables como lo son los países subdesarrollados. En estos, según la mayoría de informes y pronósticos de instituciones como el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Comisión Económica para América Latina y el Caribe, habrá un incremento significativo en los niveles de desigualdad y pobreza.
Así las cosas, estamos ante circunstancias que se sostienen sobre la base de equilibrios frágiles, signados por la agudización de las contradicciones sociales. Ello representa tiempos difíciles para los gobiernos progresistas alineados con los intereses de sus pueblos. Y comprometidos con los sectores históricamente excluidos por las políticas neoliberales, que hoy día hacen crisis junto al proceso de acumulación a escala global.