Aunque todavía desconocemos muchos aspectos del coronavirus, especialmente acerca de su origen y las terapias más efectivas para curarlo, ya comienzan a perfilarse algunas certezas. Producto de los hallazgos científicos y también de nuestra experiencia cotidiana, en esta etapa, ya no estamos como al inicio. Ahora sabemos que la bioseguridad es posible y depende básicamente de cada uno de nosotros.
Y eso quizás sea lo más importante de esta primera fase: ya estamos un poco más familiarizados con la pandemia. Al igual que ya tenemos más herramientas para lidiar con este fenómeno sanitario inédito, en términos de su velocidad de propagación y de los trastornos provocados en la vida cotidiana, prácticamente, de toda la humanidad.
Como bien apunta el comunicólogo, Ignacio Ramonet, pandemias a lo largo de la historia de la humanidad han habido y muchas. Pero que se hayan expandido tan rápidamente, en cuestión de algunos meses, nunca había pasado. Tampoco había sucedido jamás que 5 mil millones de personas tuvieran que, literalmente, encerrarse en sus casas, para romper o, al menos, ralentizar las cadenas de transmisión y contagio.
La peor en siglos
Ha sido esta, sin lugar a dudas, la peor crisis sanitaria en siglos. Pero también comenzamos a adaptarnos a la «nueva normalidad». Y comenzamos, como decimos en criollo, a «buscarle la vuelta». El modelo venezolano, humildemente, sin aspavientos y en medio de un bloqueo criminal, ha sido ejemplar.
En la primera etapa fue un cierre estricto. De forma audaz y oportuna se tomaron las medidas preventivas, sin titubeos y apoyados en la ciencia médico-epidemiológica. Las cifras de esos primeros días fueron de ensueño, sobre todo en comparación con lo que pasaba con el resto de los vecinos suramericanos.
Posteriormente, enfrentamos el fenómeno de los «trocheros» y se presentaron brotes importantes de la pandemia en la mayoría de las principales ciudades. No obstante, el gobierno ha sabido combinar una estrategia de aislamiento (de sintomáticos y asintomáticos), tratamiento y detección temprana. Así la tasa de recuperación, es probablemente de las más elevadas del mundo, ubicándose por encima de 90%.
Son logros tangibles, lamentablemente invisibilizados para la opinión pública nacional e internacional por la mediática de siempre. Ahora bien, el otro hallazgo importante de la fórmula venezolana ha sido el mecanismo del 7+7 Plus. Alternando una semana de cuarentena radical, con otra de flexibilización cada vez más ampliada para que la economía «respire».
Modelo exitoso
Ello ha dado excelentes resultados, puesto que se ha podido contener la cifra de contagios. Para despecho de agoreros y maledicentes que proyectaban una mortandad a causa de la pandemia. Y hasta se frotaban las manos en su fuero interno, anhelando que una situación fuera de control, provocara «al fin» una salida del presidente, Nicolás Maduro. Algo que nunca llega, para fortuna del pueblo humilde.
Estos éxitos, poco divulgados y menos comentados, podrían servir de guía para lo que viene. Especialmente en esta segunda oleada de contagios, cuando países europeos, como Francia, España, Inglaterra e Italia, entre otros, vuelven a estar contra las cuerdas. Precisamente luego de flexibilizar las medidas de seguridad.
La experiencia venezolana indica que la apertura no puede ser indiscriminada. Y, lo más importante, son claves la observancia de las normas sanitarias y el grado de conciencia de la gente. El uso de la mascarilla, la aplicación de geles alcoholados, la distancia física, deben ser nuestro pan de cada día. No hay otra opción, al menos no hasta que la esperada vacuna esté comprobada, producida en cantidad suficiente y debidamente distribuida.
Esta nueva fase de la «nueva normalidad», depende mucho de la conciencia colectiva. Pero igualmente, el futuro de la humanidad depende de que podamos equilibrar protección o medidas antipandemia con un estímulo a la economía.
Descalabro económico
En este sentido, nuevamente Ramonet, advierte que estamos a las puertas de un colapso económico más fuerte que las crisis de 1873, 1930 y 2008. Todas las proyecciones le dan la razón al catedrático. Según la Cepal la economía de América Latina puede retroceder a niveles de hace 120 años. Mientras que el Banco Mundial proyecta que entre 2020 y 2021 150 millones de personas están en riesgo de caer al abismo de la pobreza extrema.
Todo indica que el mundo no resistiría otros 10 o 9 meses de confinamiento total porque las consecuencias serían, sencillamente espantosas, desde el punto de vista de las quiebras, desempleo y aumento de la pobreza. Toca coexistir con el virus, es el nuevo desafío. Para hacerlo exitosamente, hay que repetirlo una vez más: hacen falta dosis altas de conciencia, sentido común y apego a las normas sanitarias. Como hemos hecho en Venezuela, a pesar del bloqueo asesino. Convivir con la pandemia: la nueva etapa.
DANIEL CÓRDOVA
@dcordovaster