Más de 70 años han pasado desde que inició el camino hacia la beatificación del doctor José Gregorio Hernández ante El Vaticano. Pese a que millones de personas en Venezuela y países latinoamericanos han sido protagonistas de innumerables milagros, ante el estricto protocolo de la sede del Sumo Pontífice, ninguno de ellos cumplía con los rigurosos expedientes para comprobar la intercesión divina en lugar de la ciencia médica.
Hasta que en encuentro fortuito generó una amistad entre el Padre Numa Molina y el neurocirujano Alexander Krinitzky casi dos años después de que este último atendiera a la niña Yaxury Solórzano, quien con 10 años recibió un disparo de arma de fuego a 3 metros de distancia en su cabeza, causándole una herida mortal. La infanta debió ser trasladada por caminos rurales, cruzando ríos y caseríos en la frontera entre los estados Guárico y Apure, para acudir al hospital Pablo Acosta Ortiz, de San Fernando de Apure, donde fue intervenida quirúrgicamente 48 horas después del incidente.
Molina y Krinitzky conversaron sobre este caso porque el galeno le compartía esta asombrosa historia a todos los que podían escucharlo pues para él era un auténtico milagro. El sacerdote también se erizó al conocer detalles y le preguntó “no sabes si esa familia hizo alguna petición, una promesa, se aferró a algún santo porque seguramente está la mano de Dios en esa curación”.
El doctor lo desconocía, pero se comprometió a consultarle a la madre de la niña en la siguiente oportunidad que la viera. No pasó mucho tiempo para que Molina recibiera una llamada de Krinitzky quien, al hilo telefónico, evidentemente emocionado, le expresó que la progenitora de Solórzano se había encomendado a José Gregorio Hernández y que durante la operación sintió su presencia y escuchó una voz que le dijo que todo iba a salir bien.
De inmediato el párroco de la comunidad de Ciudad Caribia, quien había tomado como una misión ayudar a hallar un milagro del Venerable porque el Papa Francisco en una audiencia personal en agosto de 2013 directamente en El Vaticano le había dicho que se ocupara de la causa del trujillano para que pudiese obtener el reconocimiento eclesiástico, se comunicó con la postulante del caso, una teóloga argentina, quien reanimó el expediente de la beatificación después de largas décadas de abandono y justamente a un mes de la visita del presidente Nicolás Maduro a la Santa Sede, donde le entregó una estatuilla de José Gregorio Hernández y abogó por su beatificación.
«Me comuniqué con la postulante y con los párrocos de Isnotú y La Candelaria para coordinar la presentación de los recaudos. En tiempo récord montamos todo y lo enviamos a Roma», explicó el presbítero.
Sin embargo, desde El Vaticano requería la tomografía de la niña para poder determinar los avances milagrosos. Por las condiciones de trabajo y la premura, el doctor olvidó donde la había resguardado. Recibió una llamada desde Roma y luego del equipo de la Arquidiócesis de Caracas para presentar esa prueba.
«Llegué a casa y mientras me afeitaba le dije a José Gregorio: ‘Goyito’ estamos en esto todos. Haz el milagro. Lo pongo en tus manos. A la mañana siguiente vi desde mi escritorio una carpeta que estaba a punto de caerse y al abrirla estaba allí la tomografía de Yaxury», contó el especialista médico.
«Podemos decir que fue un milagro cada acción. Primero salvarle la vida a la niña, luego que Alexander y yo nos conociéramos y luego la aparición de la tomografía. Realmente era justo y necesario que José Gregorio Hernández ganara su título de beato«, esbozó emocionado Numa Molina.
José Gregorio Hernández es conocido en Venezuela como «Goyito», el Santo del Pueblo, el Médico de los Pobres, es parte de cada familia, es ícono indisoluble de la fe del pueblo, hay millones de personas convencidas de que sus manos milagrosas lograron curar alguna enfermedad. Ahora se suma una nueva experiencia donde si espíritu se manifestó para concatenar la unión de hechos que dieron como resultado el reconocimiento de beatificación ante la iglesia.