Las autoridades chinas han salido al paso a una posible maniobra de los EE.UU. para favorecer el movimiento separatista de Taiwán. El ministro de Defensa del gigante asiático Wu Qian ha declarado que: “el que juega con fuego, ciertamente se quemará”, en clara referencia a la administración norteamericana. Alertó que están en guardia frente a posibles agresiones contra su territorio.
Según reseña la prensa internacional, EE.UU., habría vendido a Taiwán 4 drones de combate no tripulados MQ-9 Reaper, con equipos relacionados. Decisión que no ha caído nada bien en las altas esferas de la administración de China.
El alto funcionario del gobierno presidido por Xi Jinping, advirtió que la respuesta de su país será contundente. “El Ejército de Liberación de China, jamás permitirá que ninguna fuerza divida el territorio sagrado de nuestra patria. Si alguien no tiene en cuenta esto, sin duda daremos un golpe devastador”, expresó.
Viejas provocaciones
Ya el pasado 21 de octubre, el Departamento de Estado de EE.UU., había aprobado otra posible venta de armas a Taiwán, por un monto de 1 mil 800 millones de dólares. Estos acontecimiento no hacen sino tensar una relación binacional, que lejos está de encontrarse en su mejor momento.
El actual presidente norteamericano, Donald Trump, que aspira a un nuevo período presidencial de 4 años, ha sido retador y despectivo con el gobierno de China. En reiteradas oportunidades ha emitido comentarios xenófobos acusando al país asiático de ser el único responsable de la pandemia de covid-19.
En el plano económico, Trump le ha declarado la guerra comercial a los bienes y servicios de origen chino. Las tensiones hasta ahora se han mantenido dentro de lo normal, desde el punto de vista diplomático. No obstante, los asuntos relacionados con Taiwán configuran un tema sensible para la administración oriental. Basta esperar por los resultados definitivos de la elección presidencial norteamericana, para ver el curso que seguirán estos delicados temas.
Si no se logra recuperar, al menos un poco, la sindéresis a lo interno de la Casa Blanca, la seguridad mundial seguirá pendiendo de un hilo. Especialmente la amenaza siempre latente de una conflagración termonuclear, de magnitudes destructivas sin precedentes en la historia de la humanidad.